Título original: "Critique de la critique. Un roman d´apprentissage", Editions du Seuil, París, 1984.
Dos fragmentos:
1. Página 97 (en capítulo titulado "Conocimiento y compromiso", acerca de Northrop Frye, crítico canadiense de los 60´s - 70´s):
"La democracia, que es la forma social en la cual vivimos, se sitúa claramente del lado de la libertad, de la tolerancia y del individualismo. ¿Es decir que todo compromiso ha desaparecido o debe desaparecer? De ninguna manera; pero el papel que desempeña la ciencia modifica el lugar del compromiso. Una mitología que sólo tiene en cuenta la creencia o, lo que viene a ser lo mismo, que reivindica para ella misma tanto la verdad de autoridad como la verdad de correspondencia, es necesariamente una mitología cerrada. Pero una sociedad que reconoce la copresencia necesaria de libertad y de compromiso, de ciencia y de mitología, puede disponer de una mitología abierta, y es la única a la que debe aspirar la sociedad democrática. Esta mitología no es más que «una pluralidad de mitos de compromiso, donde el Estado asume la tarea de mantener la paz entre ellos» (The Critical Path, pág. 106). Esto no quiere decir de ninguna manera, como a veces se cree apresuradamente, que en una sociedad semejante todos los valores son relativos (al no depender sino de los puntos de vista) ni que se renuncia a toda verdad de autoridad; lo que se modifica es la función de esta verdad: más que obligación previa, se convierte en el horizonte común de un diálogo donde se enfrentan opiniones diferentes; es lo que hace posible este diálogo".
2. Página 85 (en capítulo titulado "Lo humano y lo interhumano", acerca de Mijaíl Bajtin, crítico ruso de los 30´s - 60´s):
Todorov dice que Bajtín "anuncia (antes que practicar) una nueva forma" de crítica literaria "que merecería recibir el nombre de crítica dialógica" (dialógico viene de diálogo).
Todorov: "Recordemos la ruptura introducida por el Tratado teológico-político de Spinoza y sus consecuencias: la transformación del texto estudiado en objeto. Para Bajtín, semejante tratamiento del problema deforma peligrosamente la naturaleza del discurso humano. Reducir al otro (aquí el autor estudiado) a un objeto, es ignorar su característica principal, a saber, que es un sujeto, precisamente, es decir, alguien que habla, exactamente como lo hago yo al disertar acerca de él. ¿Pero cómo volver a darle la palabra? Reconociendo el parectesco de nuestros discursos, viendo en su yuxtaposición, no la del metalenguaje-objeto, sino el empleo de una forma discursiva mucho más familiar: el diálogo. Ahora bien, si acepto que nuestros dos discursos están en relación dialógica, acepto también volver a hacerme la pregunta acerca de la verdad. Esto no significa volver a la situación anterior a Spinoza, cuando los Padres de la Iglesia aceptaban situarse en el terreno de la verdad porque creían ser sus dueños. Se aspira aquí a buscar la verdad, más que a considerarla dada de antemano: es un horizonte último y una idea reguladora. Como escribe Bajtín:
Hay que decir que tanto el relativismo como el dogmatismo excluyen igualmente
toda discusión, todo diálogo auténtico, volviéndolos ora inútiles (el
relativismo), ora imposibles (el dogmatismo) ( Dostoievsky, p. 93).
Para la crítica dialógica, la verdad existe pero no se la posee. Por consiguiente, encontramos de nuevo en Bajtín un acercamiento entre la crítica y su objeto (la literatura), pero no tiene el mismo sentido que en los críticos-escritores franceses. Para Blanchot y Barthes, ambas se parecen por la ausencia de toda relación con la verdad; para Bajtín, porque ambas están comprometidas con su búsqueda, sin que una resulte privilegiada respecto a la otra".
"Semejante concepción de la crítica", agrega Todorov, "tiene repercusiones importantes sobre la metodología de todas las ciencias humanas".
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