Hoy, con dolor, me atrevo a decir que me habia olvidado de esto. Es mas creo que al dia de hoy perdí gran parte de mi vocabulario y de mi imaginación talvez.
Hace ya un MUY largo tiempo que me olvidé del placer que me otrogaban la tinta y el papel, pero me alegra el hecho de haber reencontrado este espacio, asi que antes de publicar un "texto", relato mi posición.
Hoy, Lunes 6 de diciembre del 2010 a las 4:15 am me encuentro en mi habitación frente a mi computadora y con un corazón roto. Al parecer no me sentía asi desde hace ya un largo rato. Suertudo yo.
Hace pocos dias, luego de pasar por un largo periodo de "no escritura", luego de haber recorrido millones de caminos inpensados desde mi último encuentro con la hoja en blanco, luego de haber vivido mucho y haber sentido que fue poco... Decidí volver a mi antiguo amor, inspirado como siempre por la musa del dolor...
Resultado:
It's really hard not to believe in god...
Not to belive in something bigger than me...
I can't even believe in me.
Darker
In my cube.
Captive.
Watching a completely stranger...
But I'm here alone,
Dreaming that I'm the man
That I was supossed to be...
Not sure about me.
Not sure about you.
It hurts to be here.
The darkest white room I've ever seen...
.........................................................................................................................................................................
Como en muchos de mis escrito la grmatica puede estar mal, pero así nació... Espero lo disfruten.
lunes, 6 de diciembre de 2010
martes, 20 de enero de 2009
La voluntad de los dioses
Miraba, en lo de un amigo, un libro de Cézanne. Cuando vi esta irónica naturaleza muerta -titulada "Los tres cráneos", pintada en 1904-, no pude dejar de acordarme de la frase preferida de Pili del año pasado: el número tres simboliza la voluntad de los dioses.
...
sábado, 4 de octubre de 2008
Felisberto Hernández (Montevideo 1902-1964)
Explicación falsa de mis cuentos
Obligado o traicionado por mí mismo a decir cómo hago mis cuentos, recurriré a explicaciones exteriores a ellos. No son completamente naturales, en el sentido de no intervenir la conciencia. Eso me sería antipático. No son dominados por una teoría de la conciencia. Esto me sería extremadamente antipático. Preferiría decir que esa intervención es misteriosa. Mis cuentos no tienen estructuras lógicas. A pesar de la vigilancia constante y rigurosa de la conciencia, ésta también me es desconocida. En un momento dado pienso que en un rincón de mí nacerá una planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rincón se ha producido algo raro, pero que podrá tener porvenir artístico. Sería feliz si esta idea no fracasara del todo. Sin embargo, debo esperar un tiempo ignorado: no sé cómo hacer germinar la planta, ni cómo favorecer, ni cuidar su crecimiento: sólo presiento o deseo que tenga hojas de poesía; o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos. Debo cuidar que no ocupe mucho espacio, que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma esté destinada a ser, y ayudarla a que lo sea. Al mismo tiempo ella crecerá de acuerdo a un contemplador al que no hará mucho caso si él quiere sugerirle demasiadas intenciones o grandezas. Si es una planta dueña de sí misma tendrá una poesía natural, desconocida por ella misma. Ella debe ser como una persona que vivirá no sabe cuánto, con necesidades propias, con un orgullo discreto, un poco torpe y que parezca improvisado. Ella misma no conocerá sus leyes, aunque profundamente las tenga y la conciencia no las alcance. No sabrá el grado y la manera en que la conciencia intervendrá, pero en última instancia impondrá su voluntad. Y enseñará a la conciencia a ser desinteresada.
Lo más seguro de todo es que yo no sé cómo hago mis cuentos, porque cada uno de ellos tiene su vida extraña y propia. Pero también sé que viven peleando con la conciencia para evitar los extranjeros que ella les recomienda.
Felisberto Hernández, 1955 - www.felisberto.org.uy
Obligado o traicionado por mí mismo a decir cómo hago mis cuentos, recurriré a explicaciones exteriores a ellos. No son completamente naturales, en el sentido de no intervenir la conciencia. Eso me sería antipático. No son dominados por una teoría de la conciencia. Esto me sería extremadamente antipático. Preferiría decir que esa intervención es misteriosa. Mis cuentos no tienen estructuras lógicas. A pesar de la vigilancia constante y rigurosa de la conciencia, ésta también me es desconocida. En un momento dado pienso que en un rincón de mí nacerá una planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rincón se ha producido algo raro, pero que podrá tener porvenir artístico. Sería feliz si esta idea no fracasara del todo. Sin embargo, debo esperar un tiempo ignorado: no sé cómo hacer germinar la planta, ni cómo favorecer, ni cuidar su crecimiento: sólo presiento o deseo que tenga hojas de poesía; o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos. Debo cuidar que no ocupe mucho espacio, que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma esté destinada a ser, y ayudarla a que lo sea. Al mismo tiempo ella crecerá de acuerdo a un contemplador al que no hará mucho caso si él quiere sugerirle demasiadas intenciones o grandezas. Si es una planta dueña de sí misma tendrá una poesía natural, desconocida por ella misma. Ella debe ser como una persona que vivirá no sabe cuánto, con necesidades propias, con un orgullo discreto, un poco torpe y que parezca improvisado. Ella misma no conocerá sus leyes, aunque profundamente las tenga y la conciencia no las alcance. No sabrá el grado y la manera en que la conciencia intervendrá, pero en última instancia impondrá su voluntad. Y enseñará a la conciencia a ser desinteresada.
Lo más seguro de todo es que yo no sé cómo hago mis cuentos, porque cada uno de ellos tiene su vida extraña y propia. Pero también sé que viven peleando con la conciencia para evitar los extranjeros que ella les recomienda.
Felisberto Hernández, 1955 - www.felisberto.org.uy
domingo, 28 de septiembre de 2008
Una bromita, de A. Chéjov
Un claro mediodía de invierno... El frío es intenso, el hielo cruje, y a Nádeñka, que me tiene agarrado del brazo, la plateada escarcha le cubre los bucles en las sienes y el vello encima del labio superior. Estamos sobre una alta colina. Desde nuestros pies hasta el llano se extiende una pendiente, en la cual el sol se mira como en un espejo. A nuestro lado está un pequeño trineo, revestido con un llamativo paño rojo.
—Deslicémonos hasta abajo, Nadezhda Petrovna —le suplico—. ¡Siquiera una sola vez! Le aseguro que llegaremos sanos y salvos.
Pero Nádeñka tiene miedo. El espacio desde sus pequeñas galochas hasta el pie de la helada colina le parece un inmenso abismo, profundo y aterrador. Ya sólo al proponerle yo que se siente en el trineo o por mirar hacia abajo se le corta el aliento y está a punto de desmayarse; ¡qué no sucederá entonces cuando ella se arriesgue a lanzarse al abismo! Se morirá, perderá la razón.
—¡Le ruego! —le digo—. ¡No hay que tener miedo! ¡Comprenda, de una vez, que es una falta de valor, una simple cobardía!
Nádeñka cede al fin, y advierto por su cara que lo hace arriesgando su vida. La acomodo en el trineo, pálida y temblorosa; la rodeo con un brazo y nos precipitamos al abismo. El trineo vuela como una bala. El aire hendido nos golpea en la cara, brama, silba en los oídos, nos sacude y pellizca furibundo, quiere arrancar nuestras cabezas. La presión del viento torna difícil la respiración. Parece que el mismo diablo nos estrecha entre sus garras y, afilando, nos arrastra al infierno. Los objetos que nos rodean se funden en una solo franja large que corre vertiginosamente... Un instante más y llegará nuestro fin.
—¡La amo, Nadia!—digo a media voz.
El trineo comienza a correr más despacio, el bramido del viento y el chirriar de los patines ya no son tan terribles, la respiración no se corta más y, por fin, estamos abajo. Nádeñka llegó más muerta que viva. Está pálida y apenas respira... La ayudo a levantarse.
—iPor nada del mundo haría otro viaje! —dice mirándome con ojos muy abiertos y llenos de horror—. ¡Por nada del mundo! ¡Casi me muero!
Al cabo de un rato vuelve en sí y me dirige miradas inquisitivas ¿fui yo quien dijo aquellas tres palabras o simplemente le pareció oírlas en el silbido del remolino? Yo fumo a su lado y examino mi guante con atención.
Me toma del brazo y comenzamos un largo paseo cerca de la colina. El misterio por lo visto no la deja en paz. ¿Fueron dichas aquellas palabras o no? ¿Sí o no? Es una cuestión de amor propio, de honor, de vida, de dicha; una cuestión muy importante, la más importante en el mundo. Nadeñka vuelve a dirigirme su mirada impaciente, triste, penetrante, y contesta fuera de propósito, esperando que yo diga algo. ¡Oh, qué juego de matices hay en este rostro simpático! Veo que está luchando consigo misma, que tiene necesidad de decir algo, de preguntar, pero no encuentra las palabras, se siente cohibida, atemorizada, confundida par la alegria...
—¿Sabes una cosa? -—dice sin mirarme.
—¿Qué?—!e pregunto.
—Hagamos... otro viajecito.
Subimos por la escalera. Vuelvo a acomodar a la temblorosa y pálida Nádeñka en el trineo
y de nuevo nos lanzamos en el terrible abismo; de nuevo brama el viento y zumban los patines; y de nuevo, al alcanzar el trineo su impulso más fuerte y ruidoso, digo a media voz:
—¡La amo, Nadia!
Cuando el trineo se detiene, Nádeñka contempla la colina por la que acabamos de descender; luego clava su mirada en mi cara, escucha mi voz, indiferente y desapasionada, y toda su pequeña figura, junto con su manguito y su capucha, expresa un extremo desconcierto. Y su cara refleja una serie de preguntas: “¿Cómo es eso? ¿Quién ha pronunciado aquellas palabras? ¿Ha sido él o me ha parecido oírlas y nada más?".
La incertidumbre la tornaba inquieta, la pone nerviosa. La pobre muchacha no contesta mis preguntas, frunce el ceño, está a punto de llorar.
¿Será hora de irnos a casa? —le pregunto.
—A mi... a mi me gustan estos viajes en trineo —dice, ruborizándose—. ¿Haremos uno más?
Le "gustan" estos viajes, pero al sentarse en el trineo, palidece igual que antes, tiembla y contiene el aliento.
Descendemos par tercera vez, y noto cómo está observando mi cara y mis labios. Pero yo me cubro la boca con un pañuelo, y toso y al llegar a la mitad de la colina alcanzo a musitar:
—¡La amo, Nadia!
Y el misterio sigue siendo misterio. Nádeñka guarda silencio, piensa en algo... Nos retiramos
de la pista y ella trata de aminorar la marcha, esperando siempre que yo diga aquellas palabras. Veo cómo sufre su corazón y cómo ella se esfuerza para no decir en voz alta: "¡No puede ser que las haya dicho el viento! ¡Y no quiero que haya sido el viento!".
A la mañana siguiente recibo una esquela: "Si usted va hay a la pista de patinaje, venga a buscarme. N." Y a partir de ese dia voy con Nádeñka'a la pista todos los dias y, al precipitarnos hacia abajo en el trineo, coda vez pronuncio a media voz siempre las mismos palabras:
—¡La amo, Nadia!
En poco tiempo, Nádeñka se habitúa a esta frase, como uno se habítúa al vino o a la morfina. Ya no puede vivir sin ella. Es verdad que siempre le da miedo deslizarse par la colina helada,
pero ahora el miedo y el peligro otorgan un encanto especial a las palabras de amor, palabras que constituyen un misterio y oprimen ducemente el corazón. Los sospechosos son siempre dos: el viento y yo... Ella no sabe quién de los dos le declara su amor, pero ello, por lo visto, ya la tiene sin cuidado; poco importa el recipiente del cual uno bebe, lo esencial es sentirse embriagado.
Una vez, al mediodia, fui solo a la pista: mezclado con la multitud, vi a Nádeñka acercarse a la
colina y buscarme con los ojos... Timidamente sube a la escalera... Le da mucho miedo viajar sola, ¡oh, qué miedo! Está blanca como la nieve y tiembla como si se dirigiera a su propia ejecución. Pero va decidida, sin mirar para atrás.
Por lo visto, ha decidido probar, al fin: ¿Se oyen aquellas sorprendentes y dulces palabras cuando yo no estoy? La veo colocarse en el trineo, pálida, con la boca abierta por el miedo, cerrar los ojos y emprender la marcha, después de despedirse para siempre de la tierra. "Zsh-zsh-zsh-zsh"... Zumban lo s patines. Si Nádeñka está oyendo aquellas palabras o no, no lo sé... La veo levantarse del trineo exhausta, débil. Y se ve por su cara que ella misma no sabe si ha oido algo o no.
Mientras estuvo deslizándose hacia abajo, el miedo le quitó la capacidad de escuchar, de distinguir sonidos, de entender...
Y he aqui que llega el primaveral mes de marzo... El sol se torna más cariñoso. Nuestra montaña de hielo se oscurece, pierde su brillo y por fin se derrite. Nuestros viajes en trineo se interrumpen. La pobre Nádeñta ya no tiene dónde escuchar aquellas palabras y además no hay quien las pronuncie, puesto que el viento se ha aquietado y yo estoy por irme a Petersburgo, par mucho tiempo, quizá para siempre.
Unos dias antes de mi partida al anochecer, estoy sentado en el jardín. Este jardin está separado de la casa de Nádeñka por una alta palizada con clavos... Aún hace bastante frio, en los rincones del patio exterior hay nieve todavía, los árboles parecen muertos; pero ya huele a primavera y los grajos, acomodándose para dormir desatan su último vocerío de la jornada. Me acerco a la empalizada y durante largo rato miro por una hendidura. Veo a Nádeñka salir al patio y alzar su triste acongojada mirada al cielo... El viento de primavera sopla directamente en su pálido y sombrio rostro... Le hace recordar aquel otro viento que bramaba en la colina dejando oír aquellas tres palabras, y su cara se pone triste, muy triste, y una lágrima se desliza par su mejilla. La pobre muchacha extiende ambos brazos como suplicando al viento le traiga una vez más aquellas palabras. Y yo, al llegar una ráfaga de viento, digo a media voz:
—¡La amo, Nadia!
¡Por Dios, hay que ver lo que sucede con Nádeñka! Deja escapar un grito y con amplia sonrisa
tiende sus brazos hacia el viento, alegre, feliz, tan bella.
Y yo me voy a hacer las maletas...
Esto sucedió hace tiempo. Ahora Nádeñka está casada con el secretario de una institución tutelar y tiene ya tres hijos. Pero nuestros viajes en trineo y las palabras "La amo, Nadia", que le llevaba el viento, no están olvidadas, para ella son el recuerdo más feliz más conmovedor y más bello de su vida...
Mientras que yo, ahora que tengo más edad, ya no comprendo para qué decía aquellas palabras. Para qué hacía aquella broma...
—Deslicémonos hasta abajo, Nadezhda Petrovna —le suplico—. ¡Siquiera una sola vez! Le aseguro que llegaremos sanos y salvos.
Pero Nádeñka tiene miedo. El espacio desde sus pequeñas galochas hasta el pie de la helada colina le parece un inmenso abismo, profundo y aterrador. Ya sólo al proponerle yo que se siente en el trineo o por mirar hacia abajo se le corta el aliento y está a punto de desmayarse; ¡qué no sucederá entonces cuando ella se arriesgue a lanzarse al abismo! Se morirá, perderá la razón.
—¡Le ruego! —le digo—. ¡No hay que tener miedo! ¡Comprenda, de una vez, que es una falta de valor, una simple cobardía!
Nádeñka cede al fin, y advierto por su cara que lo hace arriesgando su vida. La acomodo en el trineo, pálida y temblorosa; la rodeo con un brazo y nos precipitamos al abismo. El trineo vuela como una bala. El aire hendido nos golpea en la cara, brama, silba en los oídos, nos sacude y pellizca furibundo, quiere arrancar nuestras cabezas. La presión del viento torna difícil la respiración. Parece que el mismo diablo nos estrecha entre sus garras y, afilando, nos arrastra al infierno. Los objetos que nos rodean se funden en una solo franja large que corre vertiginosamente... Un instante más y llegará nuestro fin.
—¡La amo, Nadia!—digo a media voz.
El trineo comienza a correr más despacio, el bramido del viento y el chirriar de los patines ya no son tan terribles, la respiración no se corta más y, por fin, estamos abajo. Nádeñka llegó más muerta que viva. Está pálida y apenas respira... La ayudo a levantarse.
—iPor nada del mundo haría otro viaje! —dice mirándome con ojos muy abiertos y llenos de horror—. ¡Por nada del mundo! ¡Casi me muero!
Al cabo de un rato vuelve en sí y me dirige miradas inquisitivas ¿fui yo quien dijo aquellas tres palabras o simplemente le pareció oírlas en el silbido del remolino? Yo fumo a su lado y examino mi guante con atención.
Me toma del brazo y comenzamos un largo paseo cerca de la colina. El misterio por lo visto no la deja en paz. ¿Fueron dichas aquellas palabras o no? ¿Sí o no? Es una cuestión de amor propio, de honor, de vida, de dicha; una cuestión muy importante, la más importante en el mundo. Nadeñka vuelve a dirigirme su mirada impaciente, triste, penetrante, y contesta fuera de propósito, esperando que yo diga algo. ¡Oh, qué juego de matices hay en este rostro simpático! Veo que está luchando consigo misma, que tiene necesidad de decir algo, de preguntar, pero no encuentra las palabras, se siente cohibida, atemorizada, confundida par la alegria...
—¿Sabes una cosa? -—dice sin mirarme.
—¿Qué?—!e pregunto.
—Hagamos... otro viajecito.
Subimos por la escalera. Vuelvo a acomodar a la temblorosa y pálida Nádeñka en el trineo
y de nuevo nos lanzamos en el terrible abismo; de nuevo brama el viento y zumban los patines; y de nuevo, al alcanzar el trineo su impulso más fuerte y ruidoso, digo a media voz:
—¡La amo, Nadia!
Cuando el trineo se detiene, Nádeñka contempla la colina por la que acabamos de descender; luego clava su mirada en mi cara, escucha mi voz, indiferente y desapasionada, y toda su pequeña figura, junto con su manguito y su capucha, expresa un extremo desconcierto. Y su cara refleja una serie de preguntas: “¿Cómo es eso? ¿Quién ha pronunciado aquellas palabras? ¿Ha sido él o me ha parecido oírlas y nada más?".
La incertidumbre la tornaba inquieta, la pone nerviosa. La pobre muchacha no contesta mis preguntas, frunce el ceño, está a punto de llorar.
¿Será hora de irnos a casa? —le pregunto.
—A mi... a mi me gustan estos viajes en trineo —dice, ruborizándose—. ¿Haremos uno más?
Le "gustan" estos viajes, pero al sentarse en el trineo, palidece igual que antes, tiembla y contiene el aliento.
Descendemos par tercera vez, y noto cómo está observando mi cara y mis labios. Pero yo me cubro la boca con un pañuelo, y toso y al llegar a la mitad de la colina alcanzo a musitar:
—¡La amo, Nadia!
Y el misterio sigue siendo misterio. Nádeñka guarda silencio, piensa en algo... Nos retiramos
de la pista y ella trata de aminorar la marcha, esperando siempre que yo diga aquellas palabras. Veo cómo sufre su corazón y cómo ella se esfuerza para no decir en voz alta: "¡No puede ser que las haya dicho el viento! ¡Y no quiero que haya sido el viento!".
A la mañana siguiente recibo una esquela: "Si usted va hay a la pista de patinaje, venga a buscarme. N." Y a partir de ese dia voy con Nádeñka'a la pista todos los dias y, al precipitarnos hacia abajo en el trineo, coda vez pronuncio a media voz siempre las mismos palabras:
—¡La amo, Nadia!
En poco tiempo, Nádeñka se habitúa a esta frase, como uno se habítúa al vino o a la morfina. Ya no puede vivir sin ella. Es verdad que siempre le da miedo deslizarse par la colina helada,
pero ahora el miedo y el peligro otorgan un encanto especial a las palabras de amor, palabras que constituyen un misterio y oprimen ducemente el corazón. Los sospechosos son siempre dos: el viento y yo... Ella no sabe quién de los dos le declara su amor, pero ello, por lo visto, ya la tiene sin cuidado; poco importa el recipiente del cual uno bebe, lo esencial es sentirse embriagado.
Una vez, al mediodia, fui solo a la pista: mezclado con la multitud, vi a Nádeñka acercarse a la
colina y buscarme con los ojos... Timidamente sube a la escalera... Le da mucho miedo viajar sola, ¡oh, qué miedo! Está blanca como la nieve y tiembla como si se dirigiera a su propia ejecución. Pero va decidida, sin mirar para atrás.
Por lo visto, ha decidido probar, al fin: ¿Se oyen aquellas sorprendentes y dulces palabras cuando yo no estoy? La veo colocarse en el trineo, pálida, con la boca abierta por el miedo, cerrar los ojos y emprender la marcha, después de despedirse para siempre de la tierra. "Zsh-zsh-zsh-zsh"... Zumban lo s patines. Si Nádeñka está oyendo aquellas palabras o no, no lo sé... La veo levantarse del trineo exhausta, débil. Y se ve por su cara que ella misma no sabe si ha oido algo o no.
Mientras estuvo deslizándose hacia abajo, el miedo le quitó la capacidad de escuchar, de distinguir sonidos, de entender...
Y he aqui que llega el primaveral mes de marzo... El sol se torna más cariñoso. Nuestra montaña de hielo se oscurece, pierde su brillo y por fin se derrite. Nuestros viajes en trineo se interrumpen. La pobre Nádeñta ya no tiene dónde escuchar aquellas palabras y además no hay quien las pronuncie, puesto que el viento se ha aquietado y yo estoy por irme a Petersburgo, par mucho tiempo, quizá para siempre.
Unos dias antes de mi partida al anochecer, estoy sentado en el jardín. Este jardin está separado de la casa de Nádeñka por una alta palizada con clavos... Aún hace bastante frio, en los rincones del patio exterior hay nieve todavía, los árboles parecen muertos; pero ya huele a primavera y los grajos, acomodándose para dormir desatan su último vocerío de la jornada. Me acerco a la empalizada y durante largo rato miro por una hendidura. Veo a Nádeñka salir al patio y alzar su triste acongojada mirada al cielo... El viento de primavera sopla directamente en su pálido y sombrio rostro... Le hace recordar aquel otro viento que bramaba en la colina dejando oír aquellas tres palabras, y su cara se pone triste, muy triste, y una lágrima se desliza par su mejilla. La pobre muchacha extiende ambos brazos como suplicando al viento le traiga una vez más aquellas palabras. Y yo, al llegar una ráfaga de viento, digo a media voz:
—¡La amo, Nadia!
¡Por Dios, hay que ver lo que sucede con Nádeñka! Deja escapar un grito y con amplia sonrisa
tiende sus brazos hacia el viento, alegre, feliz, tan bella.
Y yo me voy a hacer las maletas...
Esto sucedió hace tiempo. Ahora Nádeñka está casada con el secretario de una institución tutelar y tiene ya tres hijos. Pero nuestros viajes en trineo y las palabras "La amo, Nadia", que le llevaba el viento, no están olvidadas, para ella son el recuerdo más feliz más conmovedor y más bello de su vida...
Mientras que yo, ahora que tengo más edad, ya no comprendo para qué decía aquellas palabras. Para qué hacía aquella broma...
lunes, 4 de agosto de 2008
El libro de los animales
..................................
.
.
i.
una mariposa aletea
entre sus primas hermanas
las flores silvestres
con los colores se hablan
ii.
los osos invernan
una serpiente se enrosca
un lobo aúlla
y las palomas gorjean
las lechuzas ululan
cuando un tigre maúlla
y un gusano que hila,
en su hilo se enrolla
por encima de todos
entre silencio y murmullos
los árboles sabios
hojean y hojan
una mariposa aletea
entre sus primas hermanas
las flores silvestres
con los colores se hablan
ii.
los osos invernan
una serpiente se enrosca
un lobo aúlla
y las palomas gorjean
las lechuzas ululan
cuando un tigre maúlla
y un gusano que hila,
en su hilo se enrolla
por encima de todos
entre silencio y murmullos
los árboles sabios
hojean y hojan
viernes, 22 de febrero de 2008
Vi...
Abrí mi mochila del colegio, decidida a tirar todo, y lo primero que vi fue un ángel de yeso inmundo que me regaló mi ex novio y no tuve el coraje de tirar por vergüenza a lo que pueda pensar el portero.
Papeles sin importancia: cartas de amor y de cumpleaños, conversaciones mantenidas en clase con mi mejor amiga, anotaciones diversas, agendas rebosantes de stickers de Winnie The Pooh y letras de canciones de Drexler.
Un folio con la devolución de una orientación vocacional.
Hilos de colores; sobras del último collar que me hice en la playa, el que estrené la noche que conocí al cordobés que me apodó fresquita.
Bics azules, marcadores de todos los colores, gastados y no tanto, que nunca me tomé el trabajo de seleccionar y tirar.
Un CD con mi monografía de la Triple A que se apoya sobre un paraguas chiquito con la bandera gay, el mismo por el cual recorrí barrios enteros sin descanso para tenerlo sepultado descansando.
Muchísimos folletos de universidades y charlas informativas; restos de las tardes que perdí el año pasado tratando de encaminarme mientras en realidad me estaba perdiendo, me estaba desorientando en esa selva de carreras y alejándome cada vez más del punto de partida.
Revolví un poco más y me acordé lo que era tener el pelo cortito, dientes separados y ojos azules. Lo que era estar siempre sonriente y no pensar más que en dibujar, jugar al elástico y mirar el Chavo.
Pilas de figuritas de Hércules, Pokemon y lo que estuviera de moda esa semana. Late late, nola nola. ¿Me la cambiás?
El primer cuento que escribí, en el que un “ipopótamo trabieso” (verde e increíblemente parecido al de Pumper Nik), se hacía pis en la cama y se ganaba un reto de la mamá.
Vi a mi mamá, peinándome para ir al colegio, tirándome del pelo para hacerme una trenza con una hebilla roja que heredé y era mi orgullo. Vi el aerosol mata piojos que había inventado mi papá y sentí el olor agrio que te acompañaba en clase, en el recreo y hasta en el baño.
Mapas, gráficos y ejercicios de matemática eternos. Límites, asíntotas y logaritmos que colman y hasta invaden cuadernos llenos de apuntes del romanticismo y el naturalismo francés.
El olor a clavo de olor de la porcelana de mi mamá.
El mejor viaje de mi vida en ciento setenta y nueve folletos de museos y pases de subte. Tickets de creperías y una entrada al Louvre firmada por mis compañeros.
Papeles de pico dulce que fui amontonando en dos meses de noviazgo, tus manos toscas y un anillo que me regalaron que me infectó el dedo.
Mostacillas blancas, negras, amarillas, rojas, azules y verdes que usaba para hacer abejas y mariposas de alambre, que casi obligaba a mis familiares a comprar.
Un par de auriculares roto. Horquillas, gomitas, ganchos.
Un diario de viaje que, como es costumbre, no terminé.
Vi nueve sobres con plata que me daba mi abuela cada cumpleaños y una rosa seca.
Una tabla periódica gastada del uso y una calculadora dibujada con liquid paper.
Diplomas del secundario desparramados y fotocopias con ejercicios de inglés. For questions 1-8…
Vasos de más, agua en abundancia y largos en la pileta de natación. Mi gorra de baño, las antiparras y la profesora fluyendo.
Sonrisas y hoyuelos.
Estampillas, canicas de diferentes tamaños. La espera, el encuentro y la espera.
Un cuaderno con insultos a mi novio de los 13 años, y dudas existenciales acerca de la muerte.
Una manteca de cacao y labios paspados. Viento, frío y gorros de lana. Mis pies azules y la chimenea con la leña, las chispas bailando y mi papá escuchando Nana Mouskouri. Mi hermano y yo gritando, girando, bailando, igual que las chispas, al son de Xuxa y María Elena Walsh. Me dijeron que en el reino del revés nada el pájaro y vuela el pez.
Encontré mi primer par de anteojos enterrado entre cuadernos garabateados de incoherencias y diarios íntimos llenos de secretos y críticas.
La llave de un locker siempre vacío y el olor a la crema de manos de mi mamá impregnado en un pañuelo para el cuello.
Los apodos de mi papá y a mí colgada a su cuello como un monito.
Una caña de pescar sin estrenar comprada por capricho y celos.
Vacaciones arriba del auto, contar fititos y jugar al ni si, ni no, ni blanco, ni negro.
Coreografías de Chiquititas, peleas, partidos de volley y olimpíadas.
Exámenes, integradoras, parciales y pruebas sin previo estudio.
Al papá de un amigo al volante, cantándome el Twist del Mono Liso, enseñándome cada día un verso más.
Vi risas, fiestas y excesos. Vi noches divertidas y noches de helado y pañuelitos.
Vi mi desilusión, palpé mi tristeza, y me sentí renacer como el fénix.
Vi momentos kodak, vacaciones con amigas y besos en la playa.
Vi miedos y mentiras, inseguridades y chichones. Vi cicatrices y raspaduras y algún que otro pelo chamuscado.
Me vi.
Abrí mi mochila decidida a tirar todo y me di cuenta de que no podía tirar nada.
Papeles sin importancia: cartas de amor y de cumpleaños, conversaciones mantenidas en clase con mi mejor amiga, anotaciones diversas, agendas rebosantes de stickers de Winnie The Pooh y letras de canciones de Drexler.
Un folio con la devolución de una orientación vocacional.
Hilos de colores; sobras del último collar que me hice en la playa, el que estrené la noche que conocí al cordobés que me apodó fresquita.
Bics azules, marcadores de todos los colores, gastados y no tanto, que nunca me tomé el trabajo de seleccionar y tirar.
Un CD con mi monografía de la Triple A que se apoya sobre un paraguas chiquito con la bandera gay, el mismo por el cual recorrí barrios enteros sin descanso para tenerlo sepultado descansando.
Muchísimos folletos de universidades y charlas informativas; restos de las tardes que perdí el año pasado tratando de encaminarme mientras en realidad me estaba perdiendo, me estaba desorientando en esa selva de carreras y alejándome cada vez más del punto de partida.
Revolví un poco más y me acordé lo que era tener el pelo cortito, dientes separados y ojos azules. Lo que era estar siempre sonriente y no pensar más que en dibujar, jugar al elástico y mirar el Chavo.
Pilas de figuritas de Hércules, Pokemon y lo que estuviera de moda esa semana. Late late, nola nola. ¿Me la cambiás?
El primer cuento que escribí, en el que un “ipopótamo trabieso” (verde e increíblemente parecido al de Pumper Nik), se hacía pis en la cama y se ganaba un reto de la mamá.
Vi a mi mamá, peinándome para ir al colegio, tirándome del pelo para hacerme una trenza con una hebilla roja que heredé y era mi orgullo. Vi el aerosol mata piojos que había inventado mi papá y sentí el olor agrio que te acompañaba en clase, en el recreo y hasta en el baño.
Mapas, gráficos y ejercicios de matemática eternos. Límites, asíntotas y logaritmos que colman y hasta invaden cuadernos llenos de apuntes del romanticismo y el naturalismo francés.
El olor a clavo de olor de la porcelana de mi mamá.
El mejor viaje de mi vida en ciento setenta y nueve folletos de museos y pases de subte. Tickets de creperías y una entrada al Louvre firmada por mis compañeros.
Papeles de pico dulce que fui amontonando en dos meses de noviazgo, tus manos toscas y un anillo que me regalaron que me infectó el dedo.
Mostacillas blancas, negras, amarillas, rojas, azules y verdes que usaba para hacer abejas y mariposas de alambre, que casi obligaba a mis familiares a comprar.
Un par de auriculares roto. Horquillas, gomitas, ganchos.
Un diario de viaje que, como es costumbre, no terminé.
Vi nueve sobres con plata que me daba mi abuela cada cumpleaños y una rosa seca.
Una tabla periódica gastada del uso y una calculadora dibujada con liquid paper.
Diplomas del secundario desparramados y fotocopias con ejercicios de inglés. For questions 1-8…
Vasos de más, agua en abundancia y largos en la pileta de natación. Mi gorra de baño, las antiparras y la profesora fluyendo.
Sonrisas y hoyuelos.
Estampillas, canicas de diferentes tamaños. La espera, el encuentro y la espera.
Un cuaderno con insultos a mi novio de los 13 años, y dudas existenciales acerca de la muerte.
Una manteca de cacao y labios paspados. Viento, frío y gorros de lana. Mis pies azules y la chimenea con la leña, las chispas bailando y mi papá escuchando Nana Mouskouri. Mi hermano y yo gritando, girando, bailando, igual que las chispas, al son de Xuxa y María Elena Walsh. Me dijeron que en el reino del revés nada el pájaro y vuela el pez.
Encontré mi primer par de anteojos enterrado entre cuadernos garabateados de incoherencias y diarios íntimos llenos de secretos y críticas.
La llave de un locker siempre vacío y el olor a la crema de manos de mi mamá impregnado en un pañuelo para el cuello.
Los apodos de mi papá y a mí colgada a su cuello como un monito.
Una caña de pescar sin estrenar comprada por capricho y celos.
Vacaciones arriba del auto, contar fititos y jugar al ni si, ni no, ni blanco, ni negro.
Coreografías de Chiquititas, peleas, partidos de volley y olimpíadas.
Exámenes, integradoras, parciales y pruebas sin previo estudio.
Al papá de un amigo al volante, cantándome el Twist del Mono Liso, enseñándome cada día un verso más.
Vi risas, fiestas y excesos. Vi noches divertidas y noches de helado y pañuelitos.
Vi mi desilusión, palpé mi tristeza, y me sentí renacer como el fénix.
Vi momentos kodak, vacaciones con amigas y besos en la playa.
Vi miedos y mentiras, inseguridades y chichones. Vi cicatrices y raspaduras y algún que otro pelo chamuscado.
Me vi.
Abrí mi mochila decidida a tirar todo y me di cuenta de que no podía tirar nada.
lunes, 4 de febrero de 2008
For once i just want to cry...
I wanna cry!
I wanna shout to the sky
Just once
Once in my life
I dont want you anymore
I dont want you flirting arround
I want to go out from your store
I´m falling down
My life is a mess
I dont want to stay
And you ask me for that dress
I don’t want you to lie
Not again
I´m tired of sufering
Im just walking
Walking away…
I wanna shout to the sky
Just once
Once in my life
I dont want you anymore
I dont want you flirting arround
I want to go out from your store
I´m falling down
My life is a mess
I dont want to stay
And you ask me for that dress
I don’t want you to lie
Not again
I´m tired of sufering
Im just walking
Walking away…
miércoles, 2 de enero de 2008
1
Le dio una pitada a su cigarrillo, lo tiró lejos y entró al colegio sin verificar si se había apagado o no.
De la manera en que lo veía, había dos tipos de fumadores: los neuróticos, obsesivos que fuman hasta que empiezan el filtro, que se lo terminan en 5 minutos y ya están prendiendo otro y los que fuman disfrutando, se toman su tiempo, lo apagan antes de terminarlo y se aseguran que no quede prendido.Estaba convencido de que si Laura fuera un cigarrillo, la fumaría toda.
Se miró una vez más al espejo y, resignada, agarró sus cosas y se fue. De una manera u otra, siempre algo parecía faltarle. Mucha nariz, poco busto, demasiada panza. Muy maquillada, muy simple.
Hoy había optado por lo simple, por lo menos rebuscado posible. No se sentía con ánimos de innovar, de dar vuelta cabezas, de deslumbrar bicicleteros y adolescentes alzados.
Martín le gustaba demasiado. Era como un chocolate apoyado sobre la mesa cuando estás a dieta: una tentación insana, una adicción de la que no saldría nada bueno.
¡Qué lástima que era una persona y no un chocolate! Si lo fuera, lo lamería hasta deshacerlo.
De la manera en que lo veía, había dos tipos de fumadores: los neuróticos, obsesivos que fuman hasta que empiezan el filtro, que se lo terminan en 5 minutos y ya están prendiendo otro y los que fuman disfrutando, se toman su tiempo, lo apagan antes de terminarlo y se aseguran que no quede prendido.Estaba convencido de que si Laura fuera un cigarrillo, la fumaría toda.
Se miró una vez más al espejo y, resignada, agarró sus cosas y se fue. De una manera u otra, siempre algo parecía faltarle. Mucha nariz, poco busto, demasiada panza. Muy maquillada, muy simple.
Hoy había optado por lo simple, por lo menos rebuscado posible. No se sentía con ánimos de innovar, de dar vuelta cabezas, de deslumbrar bicicleteros y adolescentes alzados.
Martín le gustaba demasiado. Era como un chocolate apoyado sobre la mesa cuando estás a dieta: una tentación insana, una adicción de la que no saldría nada bueno.
¡Qué lástima que era una persona y no un chocolate! Si lo fuera, lo lamería hasta deshacerlo.
domingo, 23 de diciembre de 2007
Baudelaire
Cla, no me dijiste en Mc Donald´s lo de los juegos de palabras. Si todavía no estás en Pinamar, quisiera escuchar la teoría.
Kari me devolvió Las flores del mal, de Baudelaire, y me dijo que no le habían gustado tanto sus poemas. Horror! Lo digo en chiste, obvio.
Transcribo el poema que "abre" el libro -usando una metáfora que me suena musical, pero que probablemente tenga su origen en los libros-. Miren qué manera de abrirlo, con qué bombos y platillos...
AL LECTOR
La estulticia, el error, la ruindad y el pecado
nos habitan el alma y nos roen el cuerpo,
y el amable dolor de pecar sustentamos
al igual que mendigos que alimentan sus piojos.
Los pecados son tercos, el pesar inconstante,
exigimos buen precio por decir nuestras culpas,
y gozosos volvemos al camino enfangado
con vil llanto creyendo lavar todas las manchas.
En la almohada del mal Trimegisto* Satán
sin cesar mece el alma hechizada por él,
y ese noble metal que es materia de nuestra
voluntad, como sabio alquimista evapora.
¡Mueve el Diablo los hilos que nos dan movimiento!
Descubrimos encanto en lo más repugnante;
día a día al Infierno paso a paso bajamos
sin horror, a través de tinieblas que hieden.
Como un pobre vicioso que devora y que besa
todo el pecho ulcerado de una vieja ramera,
de pasada robamos un placer prohibido
que exprimimos igual que una seca naranja.
En un vasto hormigueo de millones de helmintos
se solaza en la mente la legión de demonios,
respiramos y un río invisible de Muerte
baja a nuestros pulmones entre sordos lamentos.
Si el estrupo, el veneno, el puñal y el incendio
no han llegado a bordar con sus gratas falsillas
el trivial cañamazo de tan ruines destinos,
es porque, ay, en el alma no hay audacia bastante.
Pero junto a chacales, a panteras, sabuesas,
escorpiones y monos y serpientes y buitres,
monstruos todos que aúllan, chillan, gruñen rampantes
en la casa de fieras infamante del vicio,
uno sé que es aún más inmundo y maligno.
Aunque no alce la voz ni haga alardes de fuerza,
bien podría dejar arrasada la tierra
y de un solo bostezo engullir todo el mundo.
¡Es el TEDIO! Con llanto maquinal en los ojos,
imagina patíbulos mientras fuma su pipa.
Ya conoces, lector, a ese monstruo sensible,
¡oh tú, hipócrita, igual a mí mismo, mi hermano!
* NOTA Trimegisto significa "tres veces grande" y era el sobrenombre que los griegos daban al dios Hermes.
PD: La taducción es española, la de la Biblioteca La Nación, con lo cual hay que leer con un diccionario en la mano...
Más Baudelaire en http://www.lamaquinadeltiempo.com/Baudelaire/indexbaud.htm
Kari me devolvió Las flores del mal, de Baudelaire, y me dijo que no le habían gustado tanto sus poemas. Horror! Lo digo en chiste, obvio.
Transcribo el poema que "abre" el libro -usando una metáfora que me suena musical, pero que probablemente tenga su origen en los libros-. Miren qué manera de abrirlo, con qué bombos y platillos...
AL LECTOR
La estulticia, el error, la ruindad y el pecado
nos habitan el alma y nos roen el cuerpo,
y el amable dolor de pecar sustentamos
al igual que mendigos que alimentan sus piojos.
Los pecados son tercos, el pesar inconstante,
exigimos buen precio por decir nuestras culpas,
y gozosos volvemos al camino enfangado
con vil llanto creyendo lavar todas las manchas.
En la almohada del mal Trimegisto* Satán
sin cesar mece el alma hechizada por él,
y ese noble metal que es materia de nuestra
voluntad, como sabio alquimista evapora.
¡Mueve el Diablo los hilos que nos dan movimiento!
Descubrimos encanto en lo más repugnante;
día a día al Infierno paso a paso bajamos
sin horror, a través de tinieblas que hieden.
Como un pobre vicioso que devora y que besa
todo el pecho ulcerado de una vieja ramera,
de pasada robamos un placer prohibido
que exprimimos igual que una seca naranja.
En un vasto hormigueo de millones de helmintos
se solaza en la mente la legión de demonios,
respiramos y un río invisible de Muerte
baja a nuestros pulmones entre sordos lamentos.
Si el estrupo, el veneno, el puñal y el incendio
no han llegado a bordar con sus gratas falsillas
el trivial cañamazo de tan ruines destinos,
es porque, ay, en el alma no hay audacia bastante.
Pero junto a chacales, a panteras, sabuesas,
escorpiones y monos y serpientes y buitres,
monstruos todos que aúllan, chillan, gruñen rampantes
en la casa de fieras infamante del vicio,
uno sé que es aún más inmundo y maligno.
Aunque no alce la voz ni haga alardes de fuerza,
bien podría dejar arrasada la tierra
y de un solo bostezo engullir todo el mundo.
¡Es el TEDIO! Con llanto maquinal en los ojos,
imagina patíbulos mientras fuma su pipa.
Ya conoces, lector, a ese monstruo sensible,
¡oh tú, hipócrita, igual a mí mismo, mi hermano!
* NOTA Trimegisto significa "tres veces grande" y era el sobrenombre que los griegos daban al dios Hermes.
PD: La taducción es española, la de la Biblioteca La Nación, con lo cual hay que leer con un diccionario en la mano...
Más Baudelaire en http://www.lamaquinadeltiempo.com/Baudelaire/indexbaud.htm
viernes, 14 de diciembre de 2007
plantas
-poema en cinco partes-
*
una planta de hilos
gruesos y firmes
que se aferra
con fuerza
a una planta
más firme y más gruesa
**
como agua que cae al agua
/ lluvia en el océano
-espacio de nube y agua-
o como agua
que se ahoga en agua
***
la enredadera
enreda al árbol
/ lo enrieda
lo apreta
lo aprieta
lo ajusta
lo ahoga
lo agota
/ lo abraza
****
como una planta
que se traga
que se traga
a otra
*****
la enredadera es gruesa
con sus hilos de madera
atrapa al árbol
lo tapa
lo entierra
...........................................................................................
Cla, me gustó el cuento; coincido con Kari, increíble la última frase. Estoy leyendo tu monografía final, está muy bien.
Pili, está quedando muy bueno el cuento, mucho más armado que antes; espero las próximas partes o "tiradas" folletinescas; yo trataría de enfocarme en el suspenso -pensando en la forma de narrar-y en la locura -pensando en la materia de la narración-.
Pili, Kari: les mandé un mail para ver cómo quieren hacer para devolverme mis cosas.
miércoles, 12 de diciembre de 2007
ningún lugar.
Encontrar un simple cuadro olvidado en un cajón y darse cuenta de que es tu vida y la mía. Encontrar gráfica y analíticamente el punto de encuentro. Y si no hay punto de encuentro?
Vuela el polvo de vejez y tapa la ventana por donde se ve el mundo, así que nos subimos en el descapotable rojo a vagar por la ruta gris del infinito y ningún lugar.
Y sólo seguimos, de vacaciones.
Eternas.
• demasiada física..
Vuela el polvo de vejez y tapa la ventana por donde se ve el mundo, así que nos subimos en el descapotable rojo a vagar por la ruta gris del infinito y ningún lugar.
Y sólo seguimos, de vacaciones.
Eternas.
• demasiada física..
jueves, 6 de diciembre de 2007
Comienzos
I. Somos. Somos?
Somos el museo de un algo superior que nos mira todos los días desde algún lado. Pero ya no es el dios esteriotipado. O nunca lo fue…
Sólo lo decide
Todo.
II. Definición
Destino: Fuerza superior y desconocida que obra sobre los acontecimientos.
Así que sigue sin ser nuestra vida?
Así que seguimos sin poder controlar nuestra vida?
Sería mejor?
III. Tenía que?
No llegaste. No viniste. No podías. Eso dijiste. Tenía que verte?
A veces hablás como si no hubiera pasado nada. Pero sabes bien que sí.
Todos sabemos que sí
Y nadie sabe por qué.
IV. Dominó
La manguera aplasta los pensamientos. Los pensamientos aplastados oprimen la razón. Pero no es locura. Es confusión.
V. CD
Algo tan redundante como buscar la definición de diccionario. Algo tan molesto como la impotencia y la incertidumbre de la verdad. Alguien dijo que uno puede mentir, pero no mentirse. Conveniencia. Y siguen las canciones de trasfondo sin importancia y siguen girando las palabras sin marearse.
IV. El andén de las estaciones
La letra que se cae de la palabra y desmorona todo; o forma otra, tal vez mejor.
Del árbol en otoño se caían las palabras, y en silencio se quedó en invierno.
Solo, callado.
Se empalabró y floreció en primavera, pero, aunque parecidas, nunca las mismas palabras forman la copa.
Allí permanecieron coloridas hasta el verano,
Hasta volver a caer,
Ir y venir,
Como vos,
Como yo,
Como todos.
V. Sal
Como un ADN de chupetines
Y una ensalada de frutillas
Las chispas multicolores de tus pavadas
Y los M&M que resbalan
Lema: tirate de la terraza y volá hacia la calle
Pero asegurate de tener una cama elástica,
Asegurate de que los lápices te sostengan
Y que el tintero siga lleno de tinta roja, naranja
Azul
Para que la pluma escriba siempre
Todo
Y nada.
VI. Infancia
Como si en el juego del paquete, después de una caja amarilla, una naranja, una fucsia, llegáramos a un corazón de mazapán, o de algodón de azúcar.
Al final del túnel de cemento se ve la pared de burbujas
Y al bajar del tobogán terminamos en un arenero de globos.
Todos los colores se reflejan en el piso negro mientras caminamos.
Los vestidos se hamacan en medio de la plaza, y salen volando sobre el río, donde alguna vez te sentaste al lado mío, a mirar al fin del mundo.
VII. Infinidad
Dibujaste un laberinto con los recuerdos sobre la hoja de papel de tiza. Se voló con el viento y llegamos al presente. En la mochila guardaste el agua, el azúcar y el desfile de casualidades. Caminamos por las calles de Buenos Aires, caminamos. En el subibaja, como en una balanza, nos sentamos, y se equilibró, pero me caí. Y sólo soñé.
VIII. Ocho, múltiplo de cuatro
Estantes. Pilas de mundos. Encontré mi burbuja y hago malabares con el polvo que la cubre. Me ensucié, y es mi mundo, mi burbuja.
IX. Circo
El paraguas no era impermeable. Las luces de neón ciegan.
Y sigo caminando feliz, mojada, libre. Me pierdo entre la multitud y nunca me encuentro. Y en el medio de la gente, feliz, mojada, libre, sin ver nada, nadie.
X. Postre
Silencio.
•Esto es lo que quedó, después de la idea de las supuestas frases, que terminaron no siendo solamente frases...
Somos el museo de un algo superior que nos mira todos los días desde algún lado. Pero ya no es el dios esteriotipado. O nunca lo fue…
Sólo lo decide
Todo.
II. Definición
Destino: Fuerza superior y desconocida que obra sobre los acontecimientos.
Así que sigue sin ser nuestra vida?
Así que seguimos sin poder controlar nuestra vida?
Sería mejor?
III. Tenía que?
No llegaste. No viniste. No podías. Eso dijiste. Tenía que verte?
A veces hablás como si no hubiera pasado nada. Pero sabes bien que sí.
Todos sabemos que sí
Y nadie sabe por qué.
IV. Dominó
La manguera aplasta los pensamientos. Los pensamientos aplastados oprimen la razón. Pero no es locura. Es confusión.
V. CD
Algo tan redundante como buscar la definición de diccionario. Algo tan molesto como la impotencia y la incertidumbre de la verdad. Alguien dijo que uno puede mentir, pero no mentirse. Conveniencia. Y siguen las canciones de trasfondo sin importancia y siguen girando las palabras sin marearse.
IV. El andén de las estaciones
La letra que se cae de la palabra y desmorona todo; o forma otra, tal vez mejor.
Del árbol en otoño se caían las palabras, y en silencio se quedó en invierno.
Solo, callado.
Se empalabró y floreció en primavera, pero, aunque parecidas, nunca las mismas palabras forman la copa.
Allí permanecieron coloridas hasta el verano,
Hasta volver a caer,
Ir y venir,
Como vos,
Como yo,
Como todos.
V. Sal
Como un ADN de chupetines
Y una ensalada de frutillas
Las chispas multicolores de tus pavadas
Y los M&M que resbalan
Lema: tirate de la terraza y volá hacia la calle
Pero asegurate de tener una cama elástica,
Asegurate de que los lápices te sostengan
Y que el tintero siga lleno de tinta roja, naranja
Azul
Para que la pluma escriba siempre
Todo
Y nada.
VI. Infancia
Como si en el juego del paquete, después de una caja amarilla, una naranja, una fucsia, llegáramos a un corazón de mazapán, o de algodón de azúcar.
Al final del túnel de cemento se ve la pared de burbujas
Y al bajar del tobogán terminamos en un arenero de globos.
Todos los colores se reflejan en el piso negro mientras caminamos.
Los vestidos se hamacan en medio de la plaza, y salen volando sobre el río, donde alguna vez te sentaste al lado mío, a mirar al fin del mundo.
VII. Infinidad
Dibujaste un laberinto con los recuerdos sobre la hoja de papel de tiza. Se voló con el viento y llegamos al presente. En la mochila guardaste el agua, el azúcar y el desfile de casualidades. Caminamos por las calles de Buenos Aires, caminamos. En el subibaja, como en una balanza, nos sentamos, y se equilibró, pero me caí. Y sólo soñé.
VIII. Ocho, múltiplo de cuatro
Estantes. Pilas de mundos. Encontré mi burbuja y hago malabares con el polvo que la cubre. Me ensucié, y es mi mundo, mi burbuja.
IX. Circo
El paraguas no era impermeable. Las luces de neón ciegan.
Y sigo caminando feliz, mojada, libre. Me pierdo entre la multitud y nunca me encuentro. Y en el medio de la gente, feliz, mojada, libre, sin ver nada, nadie.
X. Postre
Silencio.
•Esto es lo que quedó, después de la idea de las supuestas frases, que terminaron no siendo solamente frases...
miércoles, 5 de diciembre de 2007
La nada es el todo
Elena y Malena eran gemelas. Habían nacido un 5 de noviembre, y eran tan pero tan idénticas que ni su propia madre lograba distinguirlas. Tenían la certera sospecha que sus nombres eran tan parecidos de manera a que si ésta se confundía- lo cual ocurría frecuentemente-, pudiera disimular y atribuir el error a la incipiente sordera genética con que ambas cargaban.
Ambas mellizas eran morochas, de cabellos rizados, figuras pulposas, un metro cincuenta de estatura, cejas prominentes y narices aguileñas. Ojos verdes color moho coronaban el todo, y treinta y dos dientes blancos como el arroz sobresalían cuando las hermanas, simétricas, sonreían.
Cuando decimos que eran idénticas, es porque además de no intentar diferenciarse, compartían absolutamente todo.
Elena y Malena no sólo acudían a todas las reuniones juntas, compartían el grupo de amigos, practicaban piano y danza en el mismo instituto, sino que además usaban los mismos vestidos y todas las mañanas trenzaban su largo cabello casi azulado con sumo cuidado, rociándolo con unas gotas de perfume de jazmín.
Quizá fuera debido a su agradable olor, su envidiable figura, o que no eran una delicia sino dos, pero el hecho es que toda la población masculina deliraba al verlas pasar, y ellas, conscientes de la fascinación que generaban, no hacían más que aguardar con impaciencia el momento de ir a comprar pan, o el anual baile de la primavera, para desplegar sus encantos cual un abanico y deslumbrar.
Malena, Elena, Elena, Malena. Eran un ser dividido en dos cromosomas, una imagen en espejo, una copia de llaves duplicada. Eran tan pero tan parecidas, que odiando a la otra se odiaban a sí misma.
Y así fue que un día Malena- ¿o fue Elena?- decidió asesinar a su doble y ocupar todo el banco para ella, recibir todas las miradas y los agasajos de los pretendientes, desplazar a la otra y dejar de ser dos para pasar a ser una. Habiéndolo planeado muy bien, se dirigió una noche a la cama de su hermana, al lado de la suya- pues ¿qué habría de esperarse? que cada una tuviera su cuarto?- y mientras la observaba dormir plácidamente, la apuñaló. No una sino ciento diecisiete veces, explotándola como si fuera una ampolla, vaciándola de todo contenido, exprimiéndola como a una naranja, más duro, más duro, más profundo, con más fuerza, con más ímpetu. Dale, que todavía queda sangre, dale que sigue respirando, dale que seguimos siendo dos, dale que todavía puede abrir los ojos y mirarme, mirarme aterrorizada, mirarme desangrándome, mirarme volcar mis sesos en su acolchado blanco, mirarme exhalar mi último suspiro, mirarme morir, mirarme mirar.
Ambas mellizas eran morochas, de cabellos rizados, figuras pulposas, un metro cincuenta de estatura, cejas prominentes y narices aguileñas. Ojos verdes color moho coronaban el todo, y treinta y dos dientes blancos como el arroz sobresalían cuando las hermanas, simétricas, sonreían.
Cuando decimos que eran idénticas, es porque además de no intentar diferenciarse, compartían absolutamente todo.
Elena y Malena no sólo acudían a todas las reuniones juntas, compartían el grupo de amigos, practicaban piano y danza en el mismo instituto, sino que además usaban los mismos vestidos y todas las mañanas trenzaban su largo cabello casi azulado con sumo cuidado, rociándolo con unas gotas de perfume de jazmín.
Quizá fuera debido a su agradable olor, su envidiable figura, o que no eran una delicia sino dos, pero el hecho es que toda la población masculina deliraba al verlas pasar, y ellas, conscientes de la fascinación que generaban, no hacían más que aguardar con impaciencia el momento de ir a comprar pan, o el anual baile de la primavera, para desplegar sus encantos cual un abanico y deslumbrar.
Malena, Elena, Elena, Malena. Eran un ser dividido en dos cromosomas, una imagen en espejo, una copia de llaves duplicada. Eran tan pero tan parecidas, que odiando a la otra se odiaban a sí misma.
Y así fue que un día Malena- ¿o fue Elena?- decidió asesinar a su doble y ocupar todo el banco para ella, recibir todas las miradas y los agasajos de los pretendientes, desplazar a la otra y dejar de ser dos para pasar a ser una. Habiéndolo planeado muy bien, se dirigió una noche a la cama de su hermana, al lado de la suya- pues ¿qué habría de esperarse? que cada una tuviera su cuarto?- y mientras la observaba dormir plácidamente, la apuñaló. No una sino ciento diecisiete veces, explotándola como si fuera una ampolla, vaciándola de todo contenido, exprimiéndola como a una naranja, más duro, más duro, más profundo, con más fuerza, con más ímpetu. Dale, que todavía queda sangre, dale que sigue respirando, dale que seguimos siendo dos, dale que todavía puede abrir los ojos y mirarme, mirarme aterrorizada, mirarme desangrándome, mirarme volcar mis sesos en su acolchado blanco, mirarme exhalar mi último suspiro, mirarme morir, mirarme mirar.
martes, 4 de diciembre de 2007
La mesa está servida
Habían sido expulsados de la casa en el otoño de 1923. Él (que más tarde interpretará a James Toms) tenía siete años y su hermana (sólo Emma) cinco. Su padre (lo recuerdan muy bien) los pasaría a buscar la semana entrante; pero nunca pasó. Elsa lo dio por perdido y los crió sola.
Vivieron unos años en una casa por Chacarita, cerca del cementerio. Tenía un pequeño living que daba al patio, donde él y ella solían jugar durante el día. Elsa pasaba la mayor parte del tiempo en el dormitorio. Tendía las camas, ordenaba la ropa y limpiaba la mesita de luz. Tantos años trabajando de eso se convirtieron en rutina.
Una carta anónima llegó un domingo. Elsa temía otra vez caer en la mentira. En vano intentó negarse; el lunes se mudaron a Almagro, y lo esperaron ansiosamente, siempre en vano. Al fin y al cabo, qué importancia tenía…Elsa tenía a sus dos hijos, una linda casa con vitrales franceses, él les pagaría una institutriz. Podrían seguir viviendo sin él.
Elsa decidió irse a través de los vitrales. Cayó en el piso con un vidrio clavado en una arteria. Los chicos leían en sus dormitorios, uno a Poe, la otra a Stevenson. Escucharon la caída, bajaron y ya era tarde. Con sus diecisiete años, él decidió vengarse. Emma, en cambio, no reaccionó. Ya no tenía ni a su padre, ni a su madre.
Siguieron pasando los años y los hermanos se convirtieron en adultos. Sobrevivieron los primeros días con la pensión que les seguía pasando su padre, y luego, al ambos pasar los 21, debieron trabajar. Pudiendo ir a la Universidad al mismo tiempo que trabajar, los dos coincidieron en que era mejor el trabajo, para no demorarse tanto. Como pequeña herencia, su madre les había dejado los hábitos de la limpieza, de modo tal que pudieron ejercer como mayordomos. Por primera vez, fueron tomados por una de las familias más conocidas en Buenos Aires, los Fernández. Trabajaron en esa estancia unos dos años, iniciando una fama de alto nivel. A su vez, los Fernández los recomendaron con una familia amiga, los Pinedo, ya que éstos dejarían el país para instalarse en el exterior. En la casa de los Pinedo pasaron tres años algo movidos. Él tuvo un idilio con la hija menor, dejándola embarazada. Un gran inconveniente, que podría echar todo a perder. La solución fue un acuerdo entre los dos: ella se casaría con su novio y tendría un hijo “prematuro”. Luego el dolor de ver a su hijo en manos de una persona tan vil como lo era ese tipo obligó a nuestros hermanos a abandonar esa casa de los Pinedo, para dirigirse a una última casa antes de llegar a la gran mansión. Para el momento de la casa última, la famosa casa de la familia García Castellone, los hermanos tenían 26 y 28 años. Los chusmas son muy mal vistos entre la sociedad, pero la fama que habían tomado estos hermanos era increíble: en la ciudad, entre las familias más adineradas, sus nombres, el de James Toms y Emma, era símbolo de excelencia y confianza. Ésto les facilitó la entrada a la casa que ellos añoraban desde chicos.
Continuará…
p.d: soy pili desde la sesión de kari, no me puedo logear...jaja
Vivieron unos años en una casa por Chacarita, cerca del cementerio. Tenía un pequeño living que daba al patio, donde él y ella solían jugar durante el día. Elsa pasaba la mayor parte del tiempo en el dormitorio. Tendía las camas, ordenaba la ropa y limpiaba la mesita de luz. Tantos años trabajando de eso se convirtieron en rutina.
Una carta anónima llegó un domingo. Elsa temía otra vez caer en la mentira. En vano intentó negarse; el lunes se mudaron a Almagro, y lo esperaron ansiosamente, siempre en vano. Al fin y al cabo, qué importancia tenía…Elsa tenía a sus dos hijos, una linda casa con vitrales franceses, él les pagaría una institutriz. Podrían seguir viviendo sin él.
Elsa decidió irse a través de los vitrales. Cayó en el piso con un vidrio clavado en una arteria. Los chicos leían en sus dormitorios, uno a Poe, la otra a Stevenson. Escucharon la caída, bajaron y ya era tarde. Con sus diecisiete años, él decidió vengarse. Emma, en cambio, no reaccionó. Ya no tenía ni a su padre, ni a su madre.
Siguieron pasando los años y los hermanos se convirtieron en adultos. Sobrevivieron los primeros días con la pensión que les seguía pasando su padre, y luego, al ambos pasar los 21, debieron trabajar. Pudiendo ir a la Universidad al mismo tiempo que trabajar, los dos coincidieron en que era mejor el trabajo, para no demorarse tanto. Como pequeña herencia, su madre les había dejado los hábitos de la limpieza, de modo tal que pudieron ejercer como mayordomos. Por primera vez, fueron tomados por una de las familias más conocidas en Buenos Aires, los Fernández. Trabajaron en esa estancia unos dos años, iniciando una fama de alto nivel. A su vez, los Fernández los recomendaron con una familia amiga, los Pinedo, ya que éstos dejarían el país para instalarse en el exterior. En la casa de los Pinedo pasaron tres años algo movidos. Él tuvo un idilio con la hija menor, dejándola embarazada. Un gran inconveniente, que podría echar todo a perder. La solución fue un acuerdo entre los dos: ella se casaría con su novio y tendría un hijo “prematuro”. Luego el dolor de ver a su hijo en manos de una persona tan vil como lo era ese tipo obligó a nuestros hermanos a abandonar esa casa de los Pinedo, para dirigirse a una última casa antes de llegar a la gran mansión. Para el momento de la casa última, la famosa casa de la familia García Castellone, los hermanos tenían 26 y 28 años. Los chusmas son muy mal vistos entre la sociedad, pero la fama que habían tomado estos hermanos era increíble: en la ciudad, entre las familias más adineradas, sus nombres, el de James Toms y Emma, era símbolo de excelencia y confianza. Ésto les facilitó la entrada a la casa que ellos añoraban desde chicos.
Continuará…
p.d: soy pili desde la sesión de kari, no me puedo logear...jaja
jueves, 22 de noviembre de 2007
La vida es un subibaja
La vida es un subibaja, una montaña rusa, un boleto de ida y vuelta.
I
Te espero. Sé que algún día vas a llegar y vamos a ser como dos piezas de rompecabezas que se encastran. Vamos a abrazarnos y a formar un cubo, una naranja, un triángulo si vos lo querés así. La gente nos va a mirar y va a decir "Sí, mirá qué bien que quedan. Combinan."Pero a nosotros nada nos va a importar, porque yo me voy a haber pasado años esperándote, como Penélope pero sin las agujas. Y vos te vas a haber pasado años buscándome, atravesando las llanuras y montañas de otras, esperando siempre encontrarme en otros ojos y otras bocas. Porque fuimos al principio un ser andrógino separado y destinado a buscarse.Por eso sé que cuando me encuentres, todo va a estar bien. Sé que ya vas a aparecer y es por eso que te espero.
II
Apareciste de a poco, escabulléndote entre los obstáculos que diseñé a propósito, saltando trampas y superando miedos; ganándole en la pulseada infinita a mis guardianes y tirando abajo mis murallas. Trajiste viento de mar y manos de leñador, y me regalaste sonrisas de chocolate y abrazos de mazapán.
Callado, te fuiste apropiando de mi cabeza, y lograste que no me diera cuenta de nada hasta que te encontré paseándote a tus anchas por los caminos de mi inconsciente en el convertible de la ilusión. Y eso que ni siquiera tenías registro, y menos que menos cédula azul.
Me invadiste con tus ejércitos, conquistaste mis países y te adueñaste de mi mapamundi.
¿Y qué querés que te diga si te proclamaste dueño legítimo de mis propiedades, y ganador imbatible del TEG?
Disfrutáme.
III
Como un parapentista que se arriesga y salta a pesar de saber que su equilibrio es precario, que es tan inestable como una pluma y que una mínima ráfaga de viento puede hacerlo estrellar y caer a la velocidad de la luz.Pero que sabe también fundirse con el aire, mezclarse entre los pájaros, olvidarse por un minuto de pensar y disfrutar con los sentidos alerta de la tierra en miniatura, del mundo como si fuera un Play Mobile, de las montañas, el río, los autos y la gente unidos en una mirada.Así me siento. Así quiero estar.Lo único que espero es que la caída no sea abrupta, que no me estrelle cuando ponga los pies sobre la tierra, ni me olvide de cómo volar.
IV
Tu sonrisa se expande por kilómetros y desparrama un arco iris por el mundo, levantando vuelo a mi locura y felicidad. No es una sonrisa cualquiera, porque con apenas desplegar los labios, hacés lo que millones de dólares o un día soleado no logran: que todo el mundo sonría. Que todo MI mundo sonría.
V
Soy como un ovillo de lana. Tus manos me tejen, me entrelazan, me trenzan. A veces perdés puntos, pero siempre los emparchás, haciendo que no se noten los agujeros que me vas dejando. Invariablemente compensás todo el mal que me hacés, porque no puedo no perdonarte y te dejo volver sobre la misma línea varias veces, hasta que todo sale bien. Torpe pero pacientemente vas dándome forma, tus dedos fuertes van formando nudos de mí, poniendo esmero en cada detalle que hacés, para que cuando al fin termines esta bufanda, sweater y gorro de mí, puedas usarme para abrigarte, protegerte, lucirte. ¡Qué bien que te quedo!
VI
Descubrí que hay dos tipos de fumadores: los neuróticos, obsesivos que fuman hasta que empiezan el filtro, que se lo terminan en 5 minutos y ya están prendiendo otro; y los que fuman disfrutando, se toman su tiempo, lo apagan antes de terminarlo y se aseguran que no quede prendido.Si fueras un cigarrillo, te fumaría todo.
VII
Me retorcés y me enredás a límites insospechados. Me volvés loca, me hacés dar vueltas como si fueras un samba, y por más que intente agarrarme a la baranda, no puedo evitar marearme y, eventualmente, caerme. Un día quiero blanco, al día siguiente negro. Mañana me despierto color turquesa, y vos seguís inmutable, inafectado, tan pero tan soberbio, camaleón en tu selva de mensajes.
Y estoy dejando poco a poco mi cordura, mi racionalidad y mi orgullo; abandonándolos al costado del camino, desnudándome de mis corazas, exponiéndome casi sin querer, casi sin darme cuenta.
Violeta, amarillo, multicolor. Pintarte de todos los colores de mi paleta para que no puedas camuflarte, esconderte, escaparte. Para humillarte.
VIII
A veces el castillo de cartas sobre el que estamos parados se desmorona, se cae por una mínima ráfaga de viento, y lo que parecía sólido y estable, es en verdad efímero, igual que todo lo demás.Ante esta situación, se plantea una disyuntiva: volver a armarlo, u ordenar prolijamente las cartas en un mazo y olvidarse de la fosa, del viento y de nosotros en la cima de la torre.Al menos hasta que vuelva a llover y desempolvemos de algún cajón olvidado las ganas de armar castillos en el aire, de apilar cartas pacientemente, con cuidado de que un movimiento brusco no deshaga lo que tanto trabajo costó armar.
IX
Acabo de cerrar la tranquera de este camino, le puse un candado a mi reja, definí los límites de mi campo. Arrastré conmigo toneladas de emociones en mi tractor ilusionista y recorrí hectáreas de experiencias. Me clavé espinas y pude admirar los petirrojos de la estabilidad en un glorioso día de sol.
Pero todo eso se secó con el atardecer y al despuntar la primera estrella descubrí que la maleza había crecido en los senderos que tracé con al arado de mi empeño. Descubrí que ya no puedo volver atrás y sobre todo que no siento deseos de hacerlo.
La estaca se incrustó en mis pasturas y mi hacienda perdió toda fertilidad.
Algo murió y no es precisamente el ganado. Algo murió y creo no ser yo.
Es hora de comprar un campo nuevo y empezar una vez más con la siembra. Ojalá la cosecha sea más fructífera.
X
El mundo es como una gran mesa de pool y nosotros estamos ahí, esperando inmóviles en nuestro lugar a que otra bola nos toque con su movimiento y nos impulse, nos propulse, nos obligue a cambiar nuestro rumbo y dirigirnos a otro hueco fuera de nuestros planes. Porque así es como vamos creciendo y acercándonos a nuestra meta final; gracias al roce con otros que siempre, por más mínimo que sea, cambia nuestro camino.
Y de esta manera sigue nuestro juego, golpe a golpe y paso a paso, cambiando de dirección y errándole al objetivo, hasta el momento en que un choque certero nos expulsa de la ronda y sólo queda la oscuridad. La oscuridad y la paz que duran únicamente hasta el momento en que volvemos a colocarnos en el centro y nos dejamos moldear, permeables a lo que nos rodea y propensos a ser alterados.
¿Y mientras tanto? Esperar. Esperarte.
domingo, 18 de noviembre de 2007
El otro día me encontré después de mucho tiempo con Por qué en la calle.
Me dijo que su día preferido de la semana era Confusiones y Malentendidos
Le dije que no era precisamente el que más me gustaba.
Le pregunté si entendía la subjetividad de los sentimientos,
Y me preguntó por qué se lo preguntaba
Y me pareció redundante, así que le dije que no me responda, no quería saberlo.
¿Lo sabrá todo? ¿Sabrá el por qué de las cosas, o sólo se las preguntará el también?
Decidí no preguntarle de todas formas, tal vez por miedo a la respuesta.
Me fui, se acercaba el Confusiones y Malentendidos, aunque haya semanas que estén rellenas de ese día, y no de lunes a domingos.
Lo dejé, deseándole un buen día.
Me dijo que su día preferido de la semana era Confusiones y Malentendidos
Le dije que no era precisamente el que más me gustaba.
Le pregunté si entendía la subjetividad de los sentimientos,
Y me preguntó por qué se lo preguntaba
Y me pareció redundante, así que le dije que no me responda, no quería saberlo.
¿Lo sabrá todo? ¿Sabrá el por qué de las cosas, o sólo se las preguntará el también?
Decidí no preguntarle de todas formas, tal vez por miedo a la respuesta.
Me fui, se acercaba el Confusiones y Malentendidos, aunque haya semanas que estén rellenas de ese día, y no de lunes a domingos.
Lo dejé, deseándole un buen día.
martes, 13 de noviembre de 2007
palabras, palabras ..
Dormir
Olvidar
Desaparecer
Dejar de pensar
Por algunos segundos
Blanco
Vacío
Solo
Sin dirección
Pero no perdido
Sin puntuación
Y sin interpretaciones
Imaginación
Volar
Escapar
Olvidar
Desaparecer
Dejar de pensar
Por algunos segundos
Blanco
Vacío
Solo
Sin dirección
Pero no perdido
Sin puntuación
Y sin interpretaciones
Imaginación
Volar
Escapar
lunes, 12 de noviembre de 2007
El ring y los guantes
Les propongo una polémica: ¿qué es más importante, la vida o la literatura?
Y me permito realizar una distinción, dividiendo la pregunta en dos partes. O considerando que hay dos preguntas, en realidad, aunque parezca que hay una sola.
1.
Por un lado, uno puede preguntarse si la vida es preferible a la literatura, o si la literatura lo es, en cambio, a la vida. Esta pregunta también se puede formular -con mayor claridad de sentido- en un modo fantástico:
Si se te aparece el Diablo y te ofrece una vida llena de placeres y aventuras, intensidades y maravillas, felicidades y pasiones, pero sin el mínimo talento o la mínima cuota de suerte como para plasmar ninguna de esas experiencias -u otras-; o te ofrece -si lo preferís-, en cambio, un gran talento literario o artístico, con cierta cantidad de obras increíbles, magistrales, endiabladamente envidiables, hechas por vos, pero en el marco de una vida jodida, lo que se dice una vida de mierda...
¿Qué le respondés al amable Sr. Satán?
Por supuesto, solo podés elegir una de las opciones, y cualquiera de ellas al mismo y módico precio: tu Alma -ya conocen a ese viejo Diablo: coleccionista a la vez obsesivo y sádico, nunca aceptaría otra cosa-.
Por este lado, entonces, la pregunta sería: ¿una vida experimentada -pero sin creación ni expresión-, o una vida creativa -pero sin riqueza de experiencias, sin intensidad vital-?
¿Una vida llena de colores y con papeles en blanco, o una vida gris con papeles de oro?
2.
Por otro lado, el dilema se puede plantear al interior mismo de la literatura -o en el ámbito mismo de la creación artística-, en estos términos: ¿qué es preferible para la literatura, la vida o la biblioteca?
La antinomia sería, en este caso: ¿qué es mejor a la hora de sentarse a escribir, la experiencia o la erudición?
Desarrollo binario: ¿biografía o bibliografía?; ¿plenitud vital o plenitud intelectual?; ¿sabiduría a través del libro de la vida, o sabiduría a través de los libros escritos por otras vidas?
O también -con cartas de póker (literatura norteamericana)-: ¿Ernest Hemingway o Henry James?
ABRO PARENTESIS...
Si hablamos de Henry James, probablemente habría que agregar un elemento a este segundo dilema: ¿manos -protagonismo en la acción-, o mirada -ojos de lector (leer los libros), pero también ojos de testigo (leer las vidas ajenas)-?
Es decir:
(a) manos o
(b) mirada.
Y dentro de (b), lo que ya teníamos:
(b.1) lectura de libros,
y lo nuevo -para ser justos con Henry James-:
(b.2) lectura de las vidas y circunstancias que nos rodean, o que pasan a nuestro lado.
...CIERRO PARENTESIS
Bueno, es obvio que casi todos en Buenos Aires escuchamos a alguien alguna vez, y que casi todos leímos un libro alguna vez. También casi todos -o todos- somos protagonistas de alguna acción, realizamos algo en primera persona -o por lo menos eso creemos-.
Que nuestra vida esté conformada por la acción y la lectura -por la lectura de libros y de personas-, no nos cierra el camino para pensar, de cualquier forma, en tendencias, en un énfasis puesto en uno u otro lado al momento de escribir; podemos, por esto, a pesar de todo, plantear y pensar el dilema en su segunda acepción:
¿Escribir con la tinta de la vida o escribir con la pluma de la literatura?
Puse el ring. Ahora les toca a ustedes poner los guantes.
PD: yo no voy a opinar todavía, pero prometo hacerlo después de que ustedes opinen, se peguen y se peleen.
Y me permito realizar una distinción, dividiendo la pregunta en dos partes. O considerando que hay dos preguntas, en realidad, aunque parezca que hay una sola.
1.
Por un lado, uno puede preguntarse si la vida es preferible a la literatura, o si la literatura lo es, en cambio, a la vida. Esta pregunta también se puede formular -con mayor claridad de sentido- en un modo fantástico:
Si se te aparece el Diablo y te ofrece una vida llena de placeres y aventuras, intensidades y maravillas, felicidades y pasiones, pero sin el mínimo talento o la mínima cuota de suerte como para plasmar ninguna de esas experiencias -u otras-; o te ofrece -si lo preferís-, en cambio, un gran talento literario o artístico, con cierta cantidad de obras increíbles, magistrales, endiabladamente envidiables, hechas por vos, pero en el marco de una vida jodida, lo que se dice una vida de mierda...
¿Qué le respondés al amable Sr. Satán?
Por supuesto, solo podés elegir una de las opciones, y cualquiera de ellas al mismo y módico precio: tu Alma -ya conocen a ese viejo Diablo: coleccionista a la vez obsesivo y sádico, nunca aceptaría otra cosa-.
Por este lado, entonces, la pregunta sería: ¿una vida experimentada -pero sin creación ni expresión-, o una vida creativa -pero sin riqueza de experiencias, sin intensidad vital-?
¿Una vida llena de colores y con papeles en blanco, o una vida gris con papeles de oro?
2.
Por otro lado, el dilema se puede plantear al interior mismo de la literatura -o en el ámbito mismo de la creación artística-, en estos términos: ¿qué es preferible para la literatura, la vida o la biblioteca?
La antinomia sería, en este caso: ¿qué es mejor a la hora de sentarse a escribir, la experiencia o la erudición?
Desarrollo binario: ¿biografía o bibliografía?; ¿plenitud vital o plenitud intelectual?; ¿sabiduría a través del libro de la vida, o sabiduría a través de los libros escritos por otras vidas?
O también -con cartas de póker (literatura norteamericana)-: ¿Ernest Hemingway o Henry James?
ABRO PARENTESIS...
Si hablamos de Henry James, probablemente habría que agregar un elemento a este segundo dilema: ¿manos -protagonismo en la acción-, o mirada -ojos de lector (leer los libros), pero también ojos de testigo (leer las vidas ajenas)-?
Es decir:
(a) manos o
(b) mirada.
Y dentro de (b), lo que ya teníamos:
(b.1) lectura de libros,
y lo nuevo -para ser justos con Henry James-:
(b.2) lectura de las vidas y circunstancias que nos rodean, o que pasan a nuestro lado.
...CIERRO PARENTESIS
Bueno, es obvio que casi todos en Buenos Aires escuchamos a alguien alguna vez, y que casi todos leímos un libro alguna vez. También casi todos -o todos- somos protagonistas de alguna acción, realizamos algo en primera persona -o por lo menos eso creemos-.
Que nuestra vida esté conformada por la acción y la lectura -por la lectura de libros y de personas-, no nos cierra el camino para pensar, de cualquier forma, en tendencias, en un énfasis puesto en uno u otro lado al momento de escribir; podemos, por esto, a pesar de todo, plantear y pensar el dilema en su segunda acepción:
¿Escribir con la tinta de la vida o escribir con la pluma de la literatura?
.... .... ....
Puse el ring. Ahora les toca a ustedes poner los guantes.
PD: yo no voy a opinar todavía, pero prometo hacerlo después de que ustedes opinen, se peguen y se peleen.
lunes, 5 de noviembre de 2007
Boxeo
viernes, 26 de octubre de 2007
..
Cómo entender lo inentendible?
Cómo explicar lo inexplicable?
Cómo entenderte a vos?
Cómo demostrarte lo indemostrable, aunque sea tan fácil y tan complicado?
Cómo hablar? Cómo callar?
Quién sabe?
Te encuentro y llueven palabras en tro idioma que ninguno entiende
llueven lentejuelas de colores que confunden todo
y sólo te veo en el reflejo de la pileta
porque no te puedo mirar fijo a los ojos.
Te tenés que ir, y te vas con las manos en los bolsillos
Bueno, chau
Nos vemos el fin de semana.
Cómo explicar lo inexplicable?
Cómo entenderte a vos?
Cómo demostrarte lo indemostrable, aunque sea tan fácil y tan complicado?
Cómo hablar? Cómo callar?
Quién sabe?
Te encuentro y llueven palabras en tro idioma que ninguno entiende
llueven lentejuelas de colores que confunden todo
y sólo te veo en el reflejo de la pileta
porque no te puedo mirar fijo a los ojos.
Te tenés que ir, y te vas con las manos en los bolsillos
Bueno, chau
Nos vemos el fin de semana.
miércoles, 24 de octubre de 2007
...
Apareciste de a poco, escabulléndote entre los obstáculos que diseñé a propósito, saltando trampas y superando miedos; ganándole en la pulseada infinita a mis guardianes y tirando abajo mis murallas. Trajiste viento de mar y manos de leñador, y me regalaste sonrisas de chocolate y abrazos de mazapán.
Callado, te fuiste apropiando de mi cabeza, y lograste que no me diera cuenta de nada hasta que te encontré paseándote a tus anchas por los caminos de mi inconsciente en el convertible de la ilusión. Y eso que ni siquiera tenías registro, y menos que menos cédula azul.
Me invadiste con tus ejércitos, conquistaste mis países y te adueñaste de mi mapamundi.
¿Y qué querés que te diga si te proclamaste dueño legítimo de mis propiedades, y ganador imbatible del TEG?
Disfrutáme.
Callado, te fuiste apropiando de mi cabeza, y lograste que no me diera cuenta de nada hasta que te encontré paseándote a tus anchas por los caminos de mi inconsciente en el convertible de la ilusión. Y eso que ni siquiera tenías registro, y menos que menos cédula azul.
Me invadiste con tus ejércitos, conquistaste mis países y te adueñaste de mi mapamundi.
¿Y qué querés que te diga si te proclamaste dueño legítimo de mis propiedades, y ganador imbatible del TEG?
Disfrutáme.
martes, 23 de octubre de 2007
12
Viéndolo pasar.
Solo miraba.
Feliz y confusa.
De repente, desapareció.
Miró el reloj,
eran las 12 del medio día.
Le dio hambre.
Abrió la canasta
y sacó una naranja.
Solo miraba.
Feliz y confusa.
De repente, desapareció.
Miró el reloj,
eran las 12 del medio día.
Le dio hambre.
Abrió la canasta
y sacó una naranja.
desaparecer
Caminando sobre la luz
avanzo
hasta llegar a la última gota de agua
donde llueven miradas
ciegas
donde gritan voces
tímidas
donde te encuentro frente a mí
transparente,
translúcido
borroso.
Los espejos me invitan a volar
y me voy
al vacío
a desaparecer.
avanzo
hasta llegar a la última gota de agua
donde llueven miradas
ciegas
donde gritan voces
tímidas
donde te encuentro frente a mí
transparente,
translúcido
borroso.
Los espejos me invitan a volar
y me voy
al vacío
a desaparecer.
?¿
Alfombraron Libertador y yo salgo del concierto caminando sin zapatillas sobre el suelo rojo.
Y si se va con otro? Qué haces?
Rojo! Paro. Amarillo! Pongo primera. Verde! Sigo caminando.
Sigo caminando y vinen un auto destartalado de contramano que ensucia la alfombra con aceite. Lo sigue la policía, que también viene de contramano y manejando mal...y desaparecen en el punto de fuga.
Subo la escalera; bajo la escalera y llego al río a tomar mate con azúcar.
Y me quemé la lengua.
Camino dos cuadras, me ladra un perro, insultás, y llegamos a mi casa. Cierro la puerta, te dejé en la calle y me fui a dormir.
Y si se va con otro? Qué haces?
Rojo! Paro. Amarillo! Pongo primera. Verde! Sigo caminando.
Sigo caminando y vinen un auto destartalado de contramano que ensucia la alfombra con aceite. Lo sigue la policía, que también viene de contramano y manejando mal...y desaparecen en el punto de fuga.
Subo la escalera; bajo la escalera y llego al río a tomar mate con azúcar.
Y me quemé la lengua.
Camino dos cuadras, me ladra un perro, insultás, y llegamos a mi casa. Cierro la puerta, te dejé en la calle y me fui a dormir.
ON/OFF
¿ON/OFF?
ON!
Y las luciérnagas se encendieron
y los paraguas volaron.
La lágrima se hamacaba en la escalera
cuando llegó José y la pisó.
AUCH! gritó, pero nadie escuchó.
OFF!
Se apagó la luz y se vio todo azul.
¿Y ahora qué hacemos?
Uh! perdimos el interruptor!
Hola, qué tal?
No! te pedí un jugo...te equivocaste...
como yo, sí
Se prendieron los micrófonos y habla de él en tercera persona sin reconocer nada, como ven.
Encontré el interruptor! gritó alguien.
ON
Te vi sangrar,
Te vi llorar,
Igual mee odiás.
OFF
OFF definitivo.
ON!
Y las luciérnagas se encendieron
y los paraguas volaron.
La lágrima se hamacaba en la escalera
cuando llegó José y la pisó.
AUCH! gritó, pero nadie escuchó.
OFF!
Se apagó la luz y se vio todo azul.
¿Y ahora qué hacemos?
Uh! perdimos el interruptor!
Hola, qué tal?
No! te pedí un jugo...te equivocaste...
como yo, sí
Se prendieron los micrófonos y habla de él en tercera persona sin reconocer nada, como ven.
Encontré el interruptor! gritó alguien.
ON
Te vi sangrar,
Te vi llorar,
Igual mee odiás.
OFF
OFF definitivo.
lunes, 15 de octubre de 2007
Una poesía
Este poema lo escribí ayer. No tiene título.
dos palabras
.... .... .... ....
dos palabras
.... .... .... ....
jueves, 11 de octubre de 2007
Recuerdos perdidos de una mente prófuga
Cuando él murió
Fue decirle adiós a mi mundo
Fue madurar en un segundo
Fue recordar la última vez que me miró
Creer comenzar una vida de pena
Y de apoco dejarlo ir
Para poder reducir la condena
Querer dejar de existir
Olvidar lo lindo que era vivir
Llegar a pensar
En lo que nunca creí desear
Rogar a dios que me deje morir
El hoy vive
En mi pensamiento
Es por eso que miento
Porque ya busqué y nada encontré.
Poco a poco me enterré…
Fue decirle adiós a mi mundo
Fue madurar en un segundo
Fue recordar la última vez que me miró
Creer comenzar una vida de pena
Y de apoco dejarlo ir
Para poder reducir la condena
Querer dejar de existir
Olvidar lo lindo que era vivir
Llegar a pensar
En lo que nunca creí desear
Rogar a dios que me deje morir
El hoy vive
En mi pensamiento
Es por eso que miento
Porque ya busqué y nada encontré.
Poco a poco me enterré…
Mortalidad
Ahí te veo llorando contra el papel
Desde arriba, sonde deseo que todo sea sereno
Y con una gota de sangre escribo en tu hoja
Aunque tú no lo puedas ver…
Mientras un vago y remoto as de luz ilumina una palabra,
La habitación se destroza,
Dejándote al descubierto
Mientras lanzas el grito desgarrado que envenena mi alma.
Y los violines enloquecen mientras tu voz se agrava
El espacio desaparece cuando el tiempo se suicida
Es entonces cuando esa cabeza se puebla de imágenes
Cuando tan solo es una gota sangre brotando del olvido
Tan pronto esta nueva realidad se entumece,
La sal de una lagrima toca mi sangre
Y dos ojos penetrantes despiertan,
Negros, tan negros como la habitación,
Esa que nuevamente dejó de tener luz, esa que nuevamente volvió a ser, esa que encierra tus lágrimas, esa que te oculta y encierra.
Desde arriba, sonde deseo que todo sea sereno
Y con una gota de sangre escribo en tu hoja
Aunque tú no lo puedas ver…
Mientras un vago y remoto as de luz ilumina una palabra,
La habitación se destroza,
Dejándote al descubierto
Mientras lanzas el grito desgarrado que envenena mi alma.
Y los violines enloquecen mientras tu voz se agrava
El espacio desaparece cuando el tiempo se suicida
Es entonces cuando esa cabeza se puebla de imágenes
Cuando tan solo es una gota sangre brotando del olvido
Tan pronto esta nueva realidad se entumece,
La sal de una lagrima toca mi sangre
Y dos ojos penetrantes despiertan,
Negros, tan negros como la habitación,
Esa que nuevamente dejó de tener luz, esa que nuevamente volvió a ser, esa que encierra tus lágrimas, esa que te oculta y encierra.
Gracias...
Not all it’s OK today
I smile
And I don’t know why
You are not here, so I may...
What should I do?
I can’t live with you
And now I read a friend’s letter
And all about you doesn’t matter.
I have been preying on my knees
Please, please, please
Don’t leave me
Don’t hurt me.
I thought of you like the love of my life
And today I see you like the laconic
Who’s telling me that I’m going to die
And I find this a little bit ironic.
When the love of two persons becomes on death in a glass of gin and tonic.
I smile
And I don’t know why
You are not here, so I may...
What should I do?
I can’t live with you
And now I read a friend’s letter
And all about you doesn’t matter.
I have been preying on my knees
Please, please, please
Don’t leave me
Don’t hurt me.
I thought of you like the love of my life
And today I see you like the laconic
Who’s telling me that I’m going to die
And I find this a little bit ironic.
When the love of two persons becomes on death in a glass of gin and tonic.
martes, 9 de octubre de 2007
La oscuridad
El primero de estos dos cuentos que reuní bajo el título -o manto de- La oscuridad, lo leí una tarde en el colegio. Laura seguro, y creo que Pilar también, me pidieron que lo pasara ya que aquella vez lo leyó preciosamente, pero algo entrecortado, la hermana menor de la señorita Kauer. Aprovecho para agregar el segundo texto y para decirles que me pone muy contento que hayan armado un blog.
La Oscuridad
Los primeros animales
Falta su nombre, pudo ser Ralph, el valiente, o el bravo Antonio. Hijo de pescador. Uno, al verlo, imagina un jugador reservado, aunque en la única filmación que lo conserva, apenas saluda con el brazo, mientras un locutor explica a la audiencia qué es una escafandra o un periscopio y el motivo de la empresa.
Si bien las pocas precisiones necesarias serán en general vagas, el hecho sucede en los últimos años de la década del treinta. Es conveniente recordar dos cosas. Primero, que no había televisión y que la radio encendida –puede que a muchos la aclaración les sobre– como alguna vez las brasas, distinguía cada tarde, el trabajo del ocio. Segundo, sobre la profundidad del mar sabían los militares, y poco; la gente (exceptuando oceanógrafos y biólogos marinos, científicos del mar y pescadores), sabía menos todavía. En el fondo, unas pocas ballenas y serpientes medievales empezaban a confundirse con Verne. También es importante aclarar que Ralph, o Antonio, no era Jacques Cousteau.
Ralph era simple y norteamericano. No muy alto, espalda de cargador, bastantes canas y todo el pelo rapado como soldado o como un chico. Tendría 43 años. Saludaba desde la borda de una lancha remolque. Parecía contento. El brillo de la sonrisa ocultaba a medias el temor a morir de asfixia o que el megalodón fuera cierto. Sir Christopher Balldack, en sus crónicas de 1893, aseguraba haber visto un inmenso tiburón, capaz de destrozar un velero con un mordisco. Pero eso lo aprendí en otra película y el resto de la tripulación estaba demasiado ocupada trabajando como para pensar en estas cosas.
Ralph revisó las cadenas y la polea. Nadie aprobó la inmersión verificando una planilla; el visto bueno llegó con un par de palmadas sobre el gruesísimo metal de esa esfera que habían construido. Después de abrazar a cada uno de sus hombres, Ralph ingresó al submarino. Desde el interior saludó a la audiencia. Una grúa lo alzó, giró a la derecha y empezó el descenso. La aventura sucedió a través de un ojo de buey de vidrio verde.
Durante los primeros metros anotició mínimas apariciones animales. Después los reinos conocidos no merecieron un comentario memorable, y la oscuridad clausuró su imaginación. Los oyentes, sordos por el fuerte sonido de la respiración, eran incapaces de descifrar las palabras que Ralph repetía, meras murmuraciones sobre lo oscuro. Así, miles de personas se fueron adormeciendo con la lentitud con que se desarrollaba la conquista. El locutor empezó a llenar baches y Ralph apenas podía seguirlo ¿le faltaba aire y no podía pensar? Aparecieron los peces iridiscentes.
Prácticamente despertó. La nebulosa blanca, ambigua como las manchas que nacen al presionarnos los ojos con los dedos, viajaba a una velocidad tan imprecisa como su forma y sustancia. Con palabras claras aseguró divisar algo. Los que dormían en sus casas, con la cara hundida entre los brazos, sobre la mesa, levantaron la cabeza. Las señoras volvieron a sentarse y la esfera atravesó el cardumen de peces brillantes. Ralph gritaba.
A algunas de estas señoras les faltó el aire y sus maridos intentaron calmarlas. Los niños, como siempre, burlaron la seriedad de sus padres dando un salto y echándose a correr, de la silla al piso, en carrera hasta la puerta; en los pasillos gritaban, repetían la noticia para no olvidarla antes de llegar a la calle, sin notarlo inventaban un canto. ¡Estrellas! ¡Estrellas! ¡Estrellas!
Una piedra cayendo en un estanque sería una imagen acertada. Róbinson agarra a Peluca de las orejas y lo obliga a mojar en la sopa la punta de la nariz. La única onda espesa que se expande podría ser todo el sonido, como también el vuelo de las moscas o la respiración y la tos, sobre un fondo de viento que no choca con nada. Róbinson mira a los demás, por turno, son seis, ninguno reacciona. “Muy bien”, dice, y asiente con la cabeza. Después asiente a las cosas que lo rodean, –exceptuando el arma sobre la mesa, que evita enfáticamente–, se rasca el mentón y sus pasos se dirigen hacia los objetos que llamaron su atención. Pero en el galpón no hay mucho que ver, hay una linterna a kerosene de dudoso funcionamiento, una carretilla y unas cuantas palas sin filo y otros tantos picos. Camina asintiendo, recorre el galpón como si no hubiese tomado el recaudo de imaginarlo en sus detalles esenciales –la cantidad de cuartos, las puertas, las salidas. Peluca agarra la cuchara, pero entonces Róbinson vuelve a agarrarlo de las orejas para volver a hundirle la cara en el plato.
Esta vez la sopa desborda. Sólo un chico de 14 años, el más inexperto, busca el cuchillo. Los otros seis aprendieron a no reaccionar la vez anterior, a esperar callados. Peluca intenta decir algo pero sus palabras se deforman cuando estallan las burbujas. Róbinson sigue en silencio, los otros escuchan a su jefe como el motor de una lancha. Después Róbinson pregunta si a alguno le queda alguna duda. Peluca recuesta la cara de lado para poder respirar, la sopa le llega al tímpano. Róbinson vuelve a preguntar, lo suelta y repite la información básica: $20.000, el jueves.
“Robinson Rodríguez se va caminando”, dice después, sin tener ninguna razón para hacerlo más que la ocurrencia oportuna de revelar sus pasos. “¿Alguien quiere alcanzarme?”. “Buenas noches.”
Al salir, la negrura lo sorprende, adentro no sintió caer la noche. La estación no se ve. La ruta tampoco se ve, no se distingue del cielo. Camina hacia el farol, la vista empieza a calmarse gracias a las percepciones de sus pies. Un camino de tierra con piedras, pasto alto, incluso con la vista recuperada por alguna razón siente más seguro confiar en sus pisadas. El farol deja de ser un círculo amarillo, distingue el poste que lo sostiene, surge la silueta de la estación. “¿Cómo vuelvo?”, la pregunta parece escrita en la oscuridad. Las referencias –caminar hacia el molino sin desviarse– parecen perdidas. La ruta es la opción más peligrosa. Se oye hablar, pero el mero hecho de ordenar sus pensamientos en oraciones le parece una actitud cobarde, sabe de sobra lo que tiene que hacer. Tiene que ubicar el molino. Cruzar por el campo.
Ahora, bajo el circulo blanco del farol, descubre una rata muerta, aplastada. Casi la pisa, pega un salto y suelta un grito, cae con los pies bizcos y las piernas blandas. Mira hacia el galpón. No lo vieron. Todavía no hablan. Está bajo circulo blanco. La luz del farol lo ciega y es todo blanco o todo negro. Recuerda una ronda, no se habla, no se dice lo que tiene que hacer, pero ahora sus palabras son lo único que ve con alguna claridad. Cinco amigos rodean a Wenceslao, un niño frágil. Róbinson también se burla. Le dicen pajarito porque tiene la voz finita. Pero Róbinson mientras le grita no piensa en la voz de Wenceslao sino en sus piernas, tan flacas como las suyas. Por eso se mantiene afuera de la roda y la circunda sin que lo vean. Grita hasta perder la voz, abraza a sus compañeros para reír a carcajadas con ellos. Róbinson oye esas risas, por eso mira el galpón asustado. Llegan algunas voces, se abre la puerta. Róbinson decide no moverse del circulo blanco. El chico sube a su bicicleta sin tomar ningún recaudo. Agarra la ruta. Como antes sucedió con la rata, a último momento una maniobra evita que atropelle a Róbinson Rodríguez. “Disculpe”, alcanza a decir, inmediatamente lo traga la oscuridad; Róbinson guarda el arma. Resopla, y aunque no puede verse reflejado, siente que el cuero de la cara forma una sonrisa que se dirige hacia adentro. En oraciones ordenadas se confiesa el sentido del recuerdo. Parece una voz en lo blanco, escrito sobre la noche. Es un cobarde. En cuanto a lo demás, es imposible saber si eso es algo, un dragón o el molino.
Si bien las pocas precisiones necesarias serán en general vagas, el hecho sucede en los últimos años de la década del treinta. Es conveniente recordar dos cosas. Primero, que no había televisión y que la radio encendida –puede que a muchos la aclaración les sobre– como alguna vez las brasas, distinguía cada tarde, el trabajo del ocio. Segundo, sobre la profundidad del mar sabían los militares, y poco; la gente (exceptuando oceanógrafos y biólogos marinos, científicos del mar y pescadores), sabía menos todavía. En el fondo, unas pocas ballenas y serpientes medievales empezaban a confundirse con Verne. También es importante aclarar que Ralph, o Antonio, no era Jacques Cousteau.
Ralph era simple y norteamericano. No muy alto, espalda de cargador, bastantes canas y todo el pelo rapado como soldado o como un chico. Tendría 43 años. Saludaba desde la borda de una lancha remolque. Parecía contento. El brillo de la sonrisa ocultaba a medias el temor a morir de asfixia o que el megalodón fuera cierto. Sir Christopher Balldack, en sus crónicas de 1893, aseguraba haber visto un inmenso tiburón, capaz de destrozar un velero con un mordisco. Pero eso lo aprendí en otra película y el resto de la tripulación estaba demasiado ocupada trabajando como para pensar en estas cosas.
Ralph revisó las cadenas y la polea. Nadie aprobó la inmersión verificando una planilla; el visto bueno llegó con un par de palmadas sobre el gruesísimo metal de esa esfera que habían construido. Después de abrazar a cada uno de sus hombres, Ralph ingresó al submarino. Desde el interior saludó a la audiencia. Una grúa lo alzó, giró a la derecha y empezó el descenso. La aventura sucedió a través de un ojo de buey de vidrio verde.
Durante los primeros metros anotició mínimas apariciones animales. Después los reinos conocidos no merecieron un comentario memorable, y la oscuridad clausuró su imaginación. Los oyentes, sordos por el fuerte sonido de la respiración, eran incapaces de descifrar las palabras que Ralph repetía, meras murmuraciones sobre lo oscuro. Así, miles de personas se fueron adormeciendo con la lentitud con que se desarrollaba la conquista. El locutor empezó a llenar baches y Ralph apenas podía seguirlo ¿le faltaba aire y no podía pensar? Aparecieron los peces iridiscentes.
Prácticamente despertó. La nebulosa blanca, ambigua como las manchas que nacen al presionarnos los ojos con los dedos, viajaba a una velocidad tan imprecisa como su forma y sustancia. Con palabras claras aseguró divisar algo. Los que dormían en sus casas, con la cara hundida entre los brazos, sobre la mesa, levantaron la cabeza. Las señoras volvieron a sentarse y la esfera atravesó el cardumen de peces brillantes. Ralph gritaba.
A algunas de estas señoras les faltó el aire y sus maridos intentaron calmarlas. Los niños, como siempre, burlaron la seriedad de sus padres dando un salto y echándose a correr, de la silla al piso, en carrera hasta la puerta; en los pasillos gritaban, repetían la noticia para no olvidarla antes de llegar a la calle, sin notarlo inventaban un canto. ¡Estrellas! ¡Estrellas! ¡Estrellas!
Róbinson Rodríguez
Una piedra cayendo en un estanque sería una imagen acertada. Róbinson agarra a Peluca de las orejas y lo obliga a mojar en la sopa la punta de la nariz. La única onda espesa que se expande podría ser todo el sonido, como también el vuelo de las moscas o la respiración y la tos, sobre un fondo de viento que no choca con nada. Róbinson mira a los demás, por turno, son seis, ninguno reacciona. “Muy bien”, dice, y asiente con la cabeza. Después asiente a las cosas que lo rodean, –exceptuando el arma sobre la mesa, que evita enfáticamente–, se rasca el mentón y sus pasos se dirigen hacia los objetos que llamaron su atención. Pero en el galpón no hay mucho que ver, hay una linterna a kerosene de dudoso funcionamiento, una carretilla y unas cuantas palas sin filo y otros tantos picos. Camina asintiendo, recorre el galpón como si no hubiese tomado el recaudo de imaginarlo en sus detalles esenciales –la cantidad de cuartos, las puertas, las salidas. Peluca agarra la cuchara, pero entonces Róbinson vuelve a agarrarlo de las orejas para volver a hundirle la cara en el plato.
Esta vez la sopa desborda. Sólo un chico de 14 años, el más inexperto, busca el cuchillo. Los otros seis aprendieron a no reaccionar la vez anterior, a esperar callados. Peluca intenta decir algo pero sus palabras se deforman cuando estallan las burbujas. Róbinson sigue en silencio, los otros escuchan a su jefe como el motor de una lancha. Después Róbinson pregunta si a alguno le queda alguna duda. Peluca recuesta la cara de lado para poder respirar, la sopa le llega al tímpano. Róbinson vuelve a preguntar, lo suelta y repite la información básica: $20.000, el jueves.
“Robinson Rodríguez se va caminando”, dice después, sin tener ninguna razón para hacerlo más que la ocurrencia oportuna de revelar sus pasos. “¿Alguien quiere alcanzarme?”. “Buenas noches.”
Al salir, la negrura lo sorprende, adentro no sintió caer la noche. La estación no se ve. La ruta tampoco se ve, no se distingue del cielo. Camina hacia el farol, la vista empieza a calmarse gracias a las percepciones de sus pies. Un camino de tierra con piedras, pasto alto, incluso con la vista recuperada por alguna razón siente más seguro confiar en sus pisadas. El farol deja de ser un círculo amarillo, distingue el poste que lo sostiene, surge la silueta de la estación. “¿Cómo vuelvo?”, la pregunta parece escrita en la oscuridad. Las referencias –caminar hacia el molino sin desviarse– parecen perdidas. La ruta es la opción más peligrosa. Se oye hablar, pero el mero hecho de ordenar sus pensamientos en oraciones le parece una actitud cobarde, sabe de sobra lo que tiene que hacer. Tiene que ubicar el molino. Cruzar por el campo.
Ahora, bajo el circulo blanco del farol, descubre una rata muerta, aplastada. Casi la pisa, pega un salto y suelta un grito, cae con los pies bizcos y las piernas blandas. Mira hacia el galpón. No lo vieron. Todavía no hablan. Está bajo circulo blanco. La luz del farol lo ciega y es todo blanco o todo negro. Recuerda una ronda, no se habla, no se dice lo que tiene que hacer, pero ahora sus palabras son lo único que ve con alguna claridad. Cinco amigos rodean a Wenceslao, un niño frágil. Róbinson también se burla. Le dicen pajarito porque tiene la voz finita. Pero Róbinson mientras le grita no piensa en la voz de Wenceslao sino en sus piernas, tan flacas como las suyas. Por eso se mantiene afuera de la roda y la circunda sin que lo vean. Grita hasta perder la voz, abraza a sus compañeros para reír a carcajadas con ellos. Róbinson oye esas risas, por eso mira el galpón asustado. Llegan algunas voces, se abre la puerta. Róbinson decide no moverse del circulo blanco. El chico sube a su bicicleta sin tomar ningún recaudo. Agarra la ruta. Como antes sucedió con la rata, a último momento una maniobra evita que atropelle a Róbinson Rodríguez. “Disculpe”, alcanza a decir, inmediatamente lo traga la oscuridad; Róbinson guarda el arma. Resopla, y aunque no puede verse reflejado, siente que el cuero de la cara forma una sonrisa que se dirige hacia adentro. En oraciones ordenadas se confiesa el sentido del recuerdo. Parece una voz en lo blanco, escrito sobre la noche. Es un cobarde. En cuanto a lo demás, es imposible saber si eso es algo, un dragón o el molino.
Etiquetas:
fondo del mar,
miedo,
oscuridad,
peces
viernes, 5 de octubre de 2007
Pandora
Y mientras tu llanto de lágrimas negras opaca a pandora, tu mirada penetrante entristece a la parca, mientras que el mundo se parte en dos al liberar tu alma.
Y mi sueño se arrastra por el piso rogando piedad cuando el acido cae del cielo y quema el campo de rosas, dejando tan solo la mata de espinas que te encierran y nos protegen.
Pero un gato te acaricia y la luz se libera.
Alan Gabtiel Bolatti
Y mi sueño se arrastra por el piso rogando piedad cuando el acido cae del cielo y quema el campo de rosas, dejando tan solo la mata de espinas que te encierran y nos protegen.
Pero un gato te acaricia y la luz se libera.
Alan Gabtiel Bolatti
.
domingo, 30 de septiembre de 2007
Soneto del Vino
Jorge Luis Borges
¿En qué reino, bajo qué silenciosa
conjunción de astros, en qué secreto día
que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa
y singular idea de inventar la alegría?
Con otoños de oro la inventaron.
El vino fluye rojo a lo largo de generaciones
como el río del tiempo y en el arduo camino
nos prodiga su música, su fuego y sus leones.
En la noche del júbilo o en la jornada adversa
exalta la alegría o mitiga el espanto
y el diritambo nuevo que este día le canto
otrora lo cantaron el árabe y el persa.
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia
como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.
... ...
¿En qué reino, bajo qué silenciosa
conjunción de astros, en qué secreto día
que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa
y singular idea de inventar la alegría?
Con otoños de oro la inventaron.
El vino fluye rojo a lo largo de generaciones
como el río del tiempo y en el arduo camino
nos prodiga su música, su fuego y sus leones.
En la noche del júbilo o en la jornada adversa
exalta la alegría o mitiga el espanto
y el diritambo nuevo que este día le canto
otrora lo cantaron el árabe y el persa.
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia
como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.
... ...
Luis de Góngora
Al nacimiento de Cristo, nuestro Señor
Pender de un leño, traspasado el pecho,
y de espinas clavadas ambas sienes,
dar tus mortales penas en rehenes
de nuestra gloria, bien fue heroico hecho;
pero más fue nacer en tanto estrecho,
donde, para mostrar en nuestros bienes
a donde bajas y de donde vienes,
no quiere un portalillo tener techo.
No fue ésta más hazaña, oh gran Dios mío,
del tiempo por haber la helada ofensa
vencido en flaca edad con pecho fuerte
(que más fue sudar sangre que haber frío),
sino por haber distancia más inmensa
de Dios a hombre, que de hombre a muerte.
... ...
Pender de un leño, traspasado el pecho,
y de espinas clavadas ambas sienes,
dar tus mortales penas en rehenes
de nuestra gloria, bien fue heroico hecho;
pero más fue nacer en tanto estrecho,
donde, para mostrar en nuestros bienes
a donde bajas y de donde vienes,
no quiere un portalillo tener techo.
No fue ésta más hazaña, oh gran Dios mío,
del tiempo por haber la helada ofensa
vencido en flaca edad con pecho fuerte
(que más fue sudar sangre que haber frío),
sino por haber distancia más inmensa
de Dios a hombre, que de hombre a muerte.
... ...
Rainer María Rilke
Rainer María Rilke, "Elegía de Duino" y "Sonetos a Orfeo", Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1970, p. 88. Versión española de José Vicente Álvarez.
Poema nro. 29 (último) de "Sonetos a Orfeo"
29.
Siente, amigo de tantas lejanías,
cómo el espacio con tu aliento crece.
Hazte tañer de bronce en la armadura
de la sombría torre. Se hará fuerte
con su alimento lo que en ti se nutre.
En la metamorfosis entra y sale.
¿Cuál es la más penosa de tus pruebas?
Si amargo te es beber ¡cámbiate en vino!
Sé, en esta noche de desmán, conjuro
cuando entre sí se crucen tus sentidos;
sé de este raro encuentro su sentido.
Y si lo que es terrestre te olvidara,
a la tranquila tierra dile: Fluyo;
al agua presurosa dile: Soy.
... ...
Poema nro. 29 (último) de "Sonetos a Orfeo"
29.
Siente, amigo de tantas lejanías,
cómo el espacio con tu aliento crece.
Hazte tañer de bronce en la armadura
de la sombría torre. Se hará fuerte
con su alimento lo que en ti se nutre.
En la metamorfosis entra y sale.
¿Cuál es la más penosa de tus pruebas?
Si amargo te es beber ¡cámbiate en vino!
Sé, en esta noche de desmán, conjuro
cuando entre sí se crucen tus sentidos;
sé de este raro encuentro su sentido.
Y si lo que es terrestre te olvidara,
a la tranquila tierra dile: Fluyo;
al agua presurosa dile: Soy.
... ...
Hugo Mujica
Sonata
24.
cuando no hay muros
tampoco ecos
sólo lluvia
cayendo
hacia
siempre
sólo el mendigo durmiendo
sobre un banco
como sobre la palma del mundo
... ...
24.
cuando no hay muros
tampoco ecos
sólo lluvia
cayendo
hacia
siempre
sólo el mendigo durmiendo
sobre un banco
como sobre la palma del mundo
... ...
Ciégate. Paul Celan
Ciégate para siempre:
también la eternidad está llena de ojos-
allí
se ahoga lo que hizo caminar a las imágenes
al término en que han aparecido,
allí se extingue lo que del lenguaje
también te ha retirado con un gesto,
lo que dejabas iniciarse como
la danza de dos palabras
sólo hechas de otoño y seda y nada.
... ...
también la eternidad está llena de ojos-
allí
se ahoga lo que hizo caminar a las imágenes
al término en que han aparecido,
allí se extingue lo que del lenguaje
también te ha retirado con un gesto,
lo que dejabas iniciarse como
la danza de dos palabras
sólo hechas de otoño y seda y nada.
... ...
Algunas bellas ideas de Todorov
Tzvetan Todorov, "Crítica de la Crítica", Paidós, Barcelona, 1991. Traducción de José Sanchez Lecuna.
Título original: "Critique de la critique. Un roman d´apprentissage", Editions du Seuil, París, 1984.
Dos fragmentos:
1. Página 97 (en capítulo titulado "Conocimiento y compromiso", acerca de Northrop Frye, crítico canadiense de los 60´s - 70´s):
"La democracia, que es la forma social en la cual vivimos, se sitúa claramente del lado de la libertad, de la tolerancia y del individualismo. ¿Es decir que todo compromiso ha desaparecido o debe desaparecer? De ninguna manera; pero el papel que desempeña la ciencia modifica el lugar del compromiso. Una mitología que sólo tiene en cuenta la creencia o, lo que viene a ser lo mismo, que reivindica para ella misma tanto la verdad de autoridad como la verdad de correspondencia, es necesariamente una mitología cerrada. Pero una sociedad que reconoce la copresencia necesaria de libertad y de compromiso, de ciencia y de mitología, puede disponer de una mitología abierta, y es la única a la que debe aspirar la sociedad democrática. Esta mitología no es más que «una pluralidad de mitos de compromiso, donde el Estado asume la tarea de mantener la paz entre ellos» (The Critical Path, pág. 106). Esto no quiere decir de ninguna manera, como a veces se cree apresuradamente, que en una sociedad semejante todos los valores son relativos (al no depender sino de los puntos de vista) ni que se renuncia a toda verdad de autoridad; lo que se modifica es la función de esta verdad: más que obligación previa, se convierte en el horizonte común de un diálogo donde se enfrentan opiniones diferentes; es lo que hace posible este diálogo".
2. Página 85 (en capítulo titulado "Lo humano y lo interhumano", acerca de Mijaíl Bajtin, crítico ruso de los 30´s - 60´s):
Todorov dice que Bajtín "anuncia (antes que practicar) una nueva forma" de crítica literaria "que merecería recibir el nombre de crítica dialógica" (dialógico viene de diálogo).
Todorov: "Recordemos la ruptura introducida por el Tratado teológico-político de Spinoza y sus consecuencias: la transformación del texto estudiado en objeto. Para Bajtín, semejante tratamiento del problema deforma peligrosamente la naturaleza del discurso humano. Reducir al otro (aquí el autor estudiado) a un objeto, es ignorar su característica principal, a saber, que es un sujeto, precisamente, es decir, alguien que habla, exactamente como lo hago yo al disertar acerca de él. ¿Pero cómo volver a darle la palabra? Reconociendo el parectesco de nuestros discursos, viendo en su yuxtaposición, no la del metalenguaje-objeto, sino el empleo de una forma discursiva mucho más familiar: el diálogo. Ahora bien, si acepto que nuestros dos discursos están en relación dialógica, acepto también volver a hacerme la pregunta acerca de la verdad. Esto no significa volver a la situación anterior a Spinoza, cuando los Padres de la Iglesia aceptaban situarse en el terreno de la verdad porque creían ser sus dueños. Se aspira aquí a buscar la verdad, más que a considerarla dada de antemano: es un horizonte último y una idea reguladora. Como escribe Bajtín:
Para la crítica dialógica, la verdad existe pero no se la posee. Por consiguiente, encontramos de nuevo en Bajtín un acercamiento entre la crítica y su objeto (la literatura), pero no tiene el mismo sentido que en los críticos-escritores franceses. Para Blanchot y Barthes, ambas se parecen por la ausencia de toda relación con la verdad; para Bajtín, porque ambas están comprometidas con su búsqueda, sin que una resulte privilegiada respecto a la otra".
"Semejante concepción de la crítica", agrega Todorov, "tiene repercusiones importantes sobre la metodología de todas las ciencias humanas".
Título original: "Critique de la critique. Un roman d´apprentissage", Editions du Seuil, París, 1984.
Dos fragmentos:
1. Página 97 (en capítulo titulado "Conocimiento y compromiso", acerca de Northrop Frye, crítico canadiense de los 60´s - 70´s):
"La democracia, que es la forma social en la cual vivimos, se sitúa claramente del lado de la libertad, de la tolerancia y del individualismo. ¿Es decir que todo compromiso ha desaparecido o debe desaparecer? De ninguna manera; pero el papel que desempeña la ciencia modifica el lugar del compromiso. Una mitología que sólo tiene en cuenta la creencia o, lo que viene a ser lo mismo, que reivindica para ella misma tanto la verdad de autoridad como la verdad de correspondencia, es necesariamente una mitología cerrada. Pero una sociedad que reconoce la copresencia necesaria de libertad y de compromiso, de ciencia y de mitología, puede disponer de una mitología abierta, y es la única a la que debe aspirar la sociedad democrática. Esta mitología no es más que «una pluralidad de mitos de compromiso, donde el Estado asume la tarea de mantener la paz entre ellos» (The Critical Path, pág. 106). Esto no quiere decir de ninguna manera, como a veces se cree apresuradamente, que en una sociedad semejante todos los valores son relativos (al no depender sino de los puntos de vista) ni que se renuncia a toda verdad de autoridad; lo que se modifica es la función de esta verdad: más que obligación previa, se convierte en el horizonte común de un diálogo donde se enfrentan opiniones diferentes; es lo que hace posible este diálogo".
2. Página 85 (en capítulo titulado "Lo humano y lo interhumano", acerca de Mijaíl Bajtin, crítico ruso de los 30´s - 60´s):
Todorov dice que Bajtín "anuncia (antes que practicar) una nueva forma" de crítica literaria "que merecería recibir el nombre de crítica dialógica" (dialógico viene de diálogo).
Todorov: "Recordemos la ruptura introducida por el Tratado teológico-político de Spinoza y sus consecuencias: la transformación del texto estudiado en objeto. Para Bajtín, semejante tratamiento del problema deforma peligrosamente la naturaleza del discurso humano. Reducir al otro (aquí el autor estudiado) a un objeto, es ignorar su característica principal, a saber, que es un sujeto, precisamente, es decir, alguien que habla, exactamente como lo hago yo al disertar acerca de él. ¿Pero cómo volver a darle la palabra? Reconociendo el parectesco de nuestros discursos, viendo en su yuxtaposición, no la del metalenguaje-objeto, sino el empleo de una forma discursiva mucho más familiar: el diálogo. Ahora bien, si acepto que nuestros dos discursos están en relación dialógica, acepto también volver a hacerme la pregunta acerca de la verdad. Esto no significa volver a la situación anterior a Spinoza, cuando los Padres de la Iglesia aceptaban situarse en el terreno de la verdad porque creían ser sus dueños. Se aspira aquí a buscar la verdad, más que a considerarla dada de antemano: es un horizonte último y una idea reguladora. Como escribe Bajtín:
Hay que decir que tanto el relativismo como el dogmatismo excluyen igualmente
toda discusión, todo diálogo auténtico, volviéndolos ora inútiles (el
relativismo), ora imposibles (el dogmatismo) ( Dostoievsky, p. 93).
Para la crítica dialógica, la verdad existe pero no se la posee. Por consiguiente, encontramos de nuevo en Bajtín un acercamiento entre la crítica y su objeto (la literatura), pero no tiene el mismo sentido que en los críticos-escritores franceses. Para Blanchot y Barthes, ambas se parecen por la ausencia de toda relación con la verdad; para Bajtín, porque ambas están comprometidas con su búsqueda, sin que una resulte privilegiada respecto a la otra".
"Semejante concepción de la crítica", agrega Todorov, "tiene repercusiones importantes sobre la metodología de todas las ciencias humanas".
Dos interpretaciones de Arthur Rimbaud
Reseña publicada por JORGE LUIS BORGES en la revista "El Hogar".
Una desatinada convención de origen francés ha resuelto que en Francia no se producen hombres de genio y que esa laboriosa república se limita a organizar y a pulir las materias espirituales que importa. Por ejemplo: una buena mitad de los poetas franceses de hoy proceden de Walt Whitman; por ejemplo: el surréalisme o "sobrerrealismo" francés es una mera reedición anacrónica del expresionismo alemán.
Esa convención, como puede advertir el lector, es dos veces denigrativa: acusa de barbarie a todos los países del mundo y de esterilidad a Francia. La obra de Jean Arthur Rimbaud es una de las múltiples pruebas -quizá la más brillante- de la plenaria falsedad de lo último.
Dos industriosos libros sobre Rimbaud han salido en París. Uno (el de Daniel-Rops) "estudia" a Rimbaud desde un punto de vista católico; el otro (el de los señores Gauclére y Etiemble), desde el fastidioso punto de vista del materialismo dialéctico. Inútil agregar que al primero le importa mucho más el catolicismo que la poesía de Rimbaud, y que a los últimos les interesa menos Rimbaud que el materialismo dialéctico.
"El dilema de Rimbaud –escribe el señor Daniel-Rops –no es susceptible de explicación estética." Lo cual, para el señor Daniel-Rops, quiere decir que es susceptible de una explicación religiosa. La ensaya: el resultado es interesante pero no decisivo, ya que Rimbaud no fue un visionario (a la manera de William Blake o de Swedenborg), sino un artista en busca de experiencias que no logró. He aquí sus palabras:
Procuré inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevas lenguas. Creí adquirir poderes sobrenaturales… Ahora debo enterrar mi imaginación y mis recuerdos. Una bella gloria de artista y de narrador me ha sido arrebatada. Me han devuelto a la tierra. ¡A mí! A mí, que me soñé mago o ángel…
Una desatinada convención de origen francés ha resuelto que en Francia no se producen hombres de genio y que esa laboriosa república se limita a organizar y a pulir las materias espirituales que importa. Por ejemplo: una buena mitad de los poetas franceses de hoy proceden de Walt Whitman; por ejemplo: el surréalisme o "sobrerrealismo" francés es una mera reedición anacrónica del expresionismo alemán.
Esa convención, como puede advertir el lector, es dos veces denigrativa: acusa de barbarie a todos los países del mundo y de esterilidad a Francia. La obra de Jean Arthur Rimbaud es una de las múltiples pruebas -quizá la más brillante- de la plenaria falsedad de lo último.
Dos industriosos libros sobre Rimbaud han salido en París. Uno (el de Daniel-Rops) "estudia" a Rimbaud desde un punto de vista católico; el otro (el de los señores Gauclére y Etiemble), desde el fastidioso punto de vista del materialismo dialéctico. Inútil agregar que al primero le importa mucho más el catolicismo que la poesía de Rimbaud, y que a los últimos les interesa menos Rimbaud que el materialismo dialéctico.
"El dilema de Rimbaud –escribe el señor Daniel-Rops –no es susceptible de explicación estética." Lo cual, para el señor Daniel-Rops, quiere decir que es susceptible de una explicación religiosa. La ensaya: el resultado es interesante pero no decisivo, ya que Rimbaud no fue un visionario (a la manera de William Blake o de Swedenborg), sino un artista en busca de experiencias que no logró. He aquí sus palabras:
Procuré inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevas lenguas. Creí adquirir poderes sobrenaturales… Ahora debo enterrar mi imaginación y mis recuerdos. Una bella gloria de artista y de narrador me ha sido arrebatada. Me han devuelto a la tierra. ¡A mí! A mí, que me soñé mago o ángel…
Anderson Imbert
Consenso de dos, Corregidor, Buenos Aires, 1999.
Transcribo:
1. Prólogo del autor a su libro de cuentos.
2. El quinto de una serie de textos del libro reunidos bajo el título de "Casos".
Prólogo, págs. 7-8
Hace años describí, lo más concisamente que pude, el tipo de cuento que prefiero: “El cuento es una narración breve en prosa que, por mucho que se apoye en un acontecer real, revela siempre la imaginación de un narrador individual. La acción -cuyos agentes son hombres, animales humanizados o cosas inanimadas- consta de una serie de acontecimientos entretejidos en una trama donde las tensiones y distensiones, graduadas para mantener en suspenso el ánimo del lector, terminan por resolverse en un desenlace satisfactorio” (Teoría y técnica del cuento, 1979).
Decir que el cuento “revela siempre la imaginación de un narrador individual” fue una verdad a medias porque lo que revela es la totalidad de la conciencia. Sin duda en el proceso de la creación de un cuento la imaginación prevalece pero al mismo tiempo cada cuento acentúa una u otra de las demás funciones mentales: la percepción, el sentimiento, la memoria, la fantasía, la voluntad, la inteligencia… Indivisible la unidad de la conciencia: indivisible la unidad del cuento. Solamente se corren los acentos.
Y a propósito de la inteligencia: escribimos con palabras, que son formas lógicas, y ya este hecho impone un tono intelectual a la escritura, por más que intentemos expresar una experiencia profunda, irracional, íntima, poética.
Hay diferencias entre el lenguaje discursivo de la ciencia, que es comunicación de lo conceptual, general, y el lenguaje lírico de la poesía, que es expresión de lo intuitivo, particular: pero el lenguaje narrativo evita ambos extremos y crea su propio mundo imaginativo sin prescindir del conocimiento del mundo externo.
La combinación de inteligencia e imaginación suele caer en la alegoría, que transforma ideas en figuras. Lamentaría que “Parada en la línea del 107” fuera juzgado como cuento alegórico, donde la filosofía se disfraza de ficción.
El resto de la colección es normal. Algunos cuentos son ensayísticos, como “Inter-yoes e Intra-textos” o “Teatro del absurdo”. Otros son fantásticos, con intervención de lo sobrenatural, como los de “Apócrifos” o “Vudú Gegé”. Hay cuentos de realismo mágico, con un aire extraño, como en “Soy aéreo” o “Su mayor deseo”. Más o menos imaginativos, más o menos inteligentes, todos los cuentos están construidos como un juego de buen humor.
Casos, págs. 138-139
5. Por los clavos de Cristo
Puedo imaginar los sentimientos de la mujer que, en un ataque de locura religiosa, fue a la iglesia y, compadecida ante un Cristo ensangrentado por las espinas de la corona, se subió al altar y con unas tenazas se puso a arrancárselas (en realidad son clavos hundidos en la frente de madera).
En cambio me cuesta imaginar qué sintió el cura cuando, a los gritos de “¡sacrilegio, sacrilegio!”, detuvo a la mujer y después, a martillazos volvió a meter los clavos en la cabeza de su Señor.
Transcribo:
1. Prólogo del autor a su libro de cuentos.
2. El quinto de una serie de textos del libro reunidos bajo el título de "Casos".
Prólogo, págs. 7-8
Hace años describí, lo más concisamente que pude, el tipo de cuento que prefiero: “El cuento es una narración breve en prosa que, por mucho que se apoye en un acontecer real, revela siempre la imaginación de un narrador individual. La acción -cuyos agentes son hombres, animales humanizados o cosas inanimadas- consta de una serie de acontecimientos entretejidos en una trama donde las tensiones y distensiones, graduadas para mantener en suspenso el ánimo del lector, terminan por resolverse en un desenlace satisfactorio” (Teoría y técnica del cuento, 1979).
Decir que el cuento “revela siempre la imaginación de un narrador individual” fue una verdad a medias porque lo que revela es la totalidad de la conciencia. Sin duda en el proceso de la creación de un cuento la imaginación prevalece pero al mismo tiempo cada cuento acentúa una u otra de las demás funciones mentales: la percepción, el sentimiento, la memoria, la fantasía, la voluntad, la inteligencia… Indivisible la unidad de la conciencia: indivisible la unidad del cuento. Solamente se corren los acentos.
Y a propósito de la inteligencia: escribimos con palabras, que son formas lógicas, y ya este hecho impone un tono intelectual a la escritura, por más que intentemos expresar una experiencia profunda, irracional, íntima, poética.
Hay diferencias entre el lenguaje discursivo de la ciencia, que es comunicación de lo conceptual, general, y el lenguaje lírico de la poesía, que es expresión de lo intuitivo, particular: pero el lenguaje narrativo evita ambos extremos y crea su propio mundo imaginativo sin prescindir del conocimiento del mundo externo.
La combinación de inteligencia e imaginación suele caer en la alegoría, que transforma ideas en figuras. Lamentaría que “Parada en la línea del 107” fuera juzgado como cuento alegórico, donde la filosofía se disfraza de ficción.
El resto de la colección es normal. Algunos cuentos son ensayísticos, como “Inter-yoes e Intra-textos” o “Teatro del absurdo”. Otros son fantásticos, con intervención de lo sobrenatural, como los de “Apócrifos” o “Vudú Gegé”. Hay cuentos de realismo mágico, con un aire extraño, como en “Soy aéreo” o “Su mayor deseo”. Más o menos imaginativos, más o menos inteligentes, todos los cuentos están construidos como un juego de buen humor.
Casos, págs. 138-139
5. Por los clavos de Cristo
Puedo imaginar los sentimientos de la mujer que, en un ataque de locura religiosa, fue a la iglesia y, compadecida ante un Cristo ensangrentado por las espinas de la corona, se subió al altar y con unas tenazas se puso a arrancárselas (en realidad son clavos hundidos en la frente de madera).
En cambio me cuesta imaginar qué sintió el cura cuando, a los gritos de “¡sacrilegio, sacrilegio!”, detuvo a la mujer y después, a martillazos volvió a meter los clavos en la cabeza de su Señor.
El periodismo y las excepciones. Quintín
Perfil, sección Cultura, contratapa, 15 de octubre de 2006
“Mentor intelectual: Juan José Sebreli” (?)
Contratapistas: Quintín, Damián Tabarovsky
El periodismo y las excepciones
Por Quintín
Sin inventar nada es una traducción reciente de las memorias de Lev E. Razgón, un escritor que pasó muchos años de su vida como huésped del Gulag soviético. Los campos stalinistas (que, en realidad, empezaron con Lenin y llegaron hasta el final del régimen) difieren de los lager nazis en dos aspectos importantes. Uno es que, aunque los rusos hayan producido más muertes, sus objetivos excedían el exterminio de los detenidos, ya que el producto de la mano de obra esclava era importante para la economía socialista. El segundo es que, en el caso alemán, los carceleros SS eran declarados enemigos de los prisioneros (judíos, gitanos, comunistas u homosexuales) mientras que la vaguedad de los delitos atribuidos zek (tales como “propaganda contrarrevolucionaria”) no los diferenciaba en esencia de sus captores. Como en Alemania, en la Unión Soviética el terror universal y el aparato represivo eran componentes esenciales del sistema, pero se podía pasar con cierta facilidad de un lado al otro del mostrador “concentracionario”, especialmente en una dirección: cualquiera podía acabar adentro.
Antes de su cautiverio, el propio Razgón era un miembro del partido y un comunista convencido. Entre sus amigos y su familia figuraban dirigentes importantes y no faltaban, incluso, jerarcas de los servicios de inteligencia. La caída en desgracia de estos personajes durante una de las purgas de Stalin arrastró a Razgón a la cárcel, donde tuvo tiempo de cambiar de opinión sobre algunas cuestiones y revisar su vida previa, cuando era una joven promesa del periodismo.
Como tal, le tocó un día visitar un reformatorio y su informe se limitó a destacar las buenas condiciones de higiene del establecimiento. “Ni dije una sola palabra de los niños que temblaban de miedo ante el menor grito de los guardias, de las palizas que propinaban los grandes a los pequeños, de la jerarquía de la cárcel según la cual cuanto más pequeño y débil era uno, peor le iba… No dije que los muchachos más pequeños se habían convertido en rehenes de los semibandidos de mayor edad, que ayudaban a la administración a controlar la población de la cárcel”. Esa omisión mentirosa le parece al autor “la más imperdonable de las muchas cosas que pude haber escrito”.
En el libro se cuentan atrocidades mucho más llamativas, pero en ese párrafo están resumidas las características de una sociedad regida por el autoritarismo y la explotación, la delación y la denuncia, la corrupción y la violencia. Esas tradiciones han engendrado en buena medida la Rusia de hoy con su concentración de poder, sus mafias millonarias y un presidente que proviene del viejo aparato de seguridad y continúa sus prácticas. Es un país donde sigue siendo muy peligroso para un periodista decir cosas que no le agradan al Estado, como lo demostró hace pocos días el asesinato de Anna Politkovskaya.
Otra característica del Gulag fue que, a pesar de sus dantescas dimensiones y de las inocultables evidencias de lo que estaba ocurriendo, una parte importante de los intelectuales y la prensa de Occidente se negó a reconocer el genocidio o lo calificó de “un exceso justificable”, que no impedía ni descalificaba el apoyo al régimen. La historia se fue repitiendo en relación con China, Camboya, Cuba y el resto de las dictaduras del bloque y hasta hubo clientes para Albania y Corea del Norte. La lógica de los que escriben para el poder tiene esos dos movimientos. Primero negar y luego minimizar lo que éste tiene de atroz o de antidemocrático. Leo en un diario oficial el panegírico semanal que un periodista le dedica al presidente argentino. En un pequeño recuadro, sin embargo, le critica el apoyo a la reelección de Rovira. Pero el título lo dice todo: “Misiones, una excepción”. Una excepción o cien, nada le hará cambiar el discurso. Aunque parezca que se puede hacer de muchas maneras, el periodismo se acerca finalmente a Razgón o Politkovskaya.
“Mentor intelectual: Juan José Sebreli” (?)
Contratapistas: Quintín, Damián Tabarovsky
El periodismo y las excepciones
Por Quintín
Sin inventar nada es una traducción reciente de las memorias de Lev E. Razgón, un escritor que pasó muchos años de su vida como huésped del Gulag soviético. Los campos stalinistas (que, en realidad, empezaron con Lenin y llegaron hasta el final del régimen) difieren de los lager nazis en dos aspectos importantes. Uno es que, aunque los rusos hayan producido más muertes, sus objetivos excedían el exterminio de los detenidos, ya que el producto de la mano de obra esclava era importante para la economía socialista. El segundo es que, en el caso alemán, los carceleros SS eran declarados enemigos de los prisioneros (judíos, gitanos, comunistas u homosexuales) mientras que la vaguedad de los delitos atribuidos zek (tales como “propaganda contrarrevolucionaria”) no los diferenciaba en esencia de sus captores. Como en Alemania, en la Unión Soviética el terror universal y el aparato represivo eran componentes esenciales del sistema, pero se podía pasar con cierta facilidad de un lado al otro del mostrador “concentracionario”, especialmente en una dirección: cualquiera podía acabar adentro.
Antes de su cautiverio, el propio Razgón era un miembro del partido y un comunista convencido. Entre sus amigos y su familia figuraban dirigentes importantes y no faltaban, incluso, jerarcas de los servicios de inteligencia. La caída en desgracia de estos personajes durante una de las purgas de Stalin arrastró a Razgón a la cárcel, donde tuvo tiempo de cambiar de opinión sobre algunas cuestiones y revisar su vida previa, cuando era una joven promesa del periodismo.
Como tal, le tocó un día visitar un reformatorio y su informe se limitó a destacar las buenas condiciones de higiene del establecimiento. “Ni dije una sola palabra de los niños que temblaban de miedo ante el menor grito de los guardias, de las palizas que propinaban los grandes a los pequeños, de la jerarquía de la cárcel según la cual cuanto más pequeño y débil era uno, peor le iba… No dije que los muchachos más pequeños se habían convertido en rehenes de los semibandidos de mayor edad, que ayudaban a la administración a controlar la población de la cárcel”. Esa omisión mentirosa le parece al autor “la más imperdonable de las muchas cosas que pude haber escrito”.
En el libro se cuentan atrocidades mucho más llamativas, pero en ese párrafo están resumidas las características de una sociedad regida por el autoritarismo y la explotación, la delación y la denuncia, la corrupción y la violencia. Esas tradiciones han engendrado en buena medida la Rusia de hoy con su concentración de poder, sus mafias millonarias y un presidente que proviene del viejo aparato de seguridad y continúa sus prácticas. Es un país donde sigue siendo muy peligroso para un periodista decir cosas que no le agradan al Estado, como lo demostró hace pocos días el asesinato de Anna Politkovskaya.
Otra característica del Gulag fue que, a pesar de sus dantescas dimensiones y de las inocultables evidencias de lo que estaba ocurriendo, una parte importante de los intelectuales y la prensa de Occidente se negó a reconocer el genocidio o lo calificó de “un exceso justificable”, que no impedía ni descalificaba el apoyo al régimen. La historia se fue repitiendo en relación con China, Camboya, Cuba y el resto de las dictaduras del bloque y hasta hubo clientes para Albania y Corea del Norte. La lógica de los que escriben para el poder tiene esos dos movimientos. Primero negar y luego minimizar lo que éste tiene de atroz o de antidemocrático. Leo en un diario oficial el panegírico semanal que un periodista le dedica al presidente argentino. En un pequeño recuadro, sin embargo, le critica el apoyo a la reelección de Rovira. Pero el título lo dice todo: “Misiones, una excepción”. Una excepción o cien, nada le hará cambiar el discurso. Aunque parezca que se puede hacer de muchas maneras, el periodismo se acerca finalmente a Razgón o Politkovskaya.
Mario Vargas Llosa
PROLOGO A ENTRE SARTRE Y CAMUS
Estos textos fueron dictados por la transeúnte actualidad y publicados en periódicos y revistas a lo largo de veinte años. Dicen más sobre quien los escribió que sobre Sartre, Camus o Simone de Beauvoir. Están plagados de contradicciones, repeticiones y rectificaciones y acaso eso sea lo único que los justifique: mostrar el itinerario de un latinoamericano que hizo su aprendizaje intelectual deslumbrado por la inteligencia y los vaivenes dialécticos de Sartre y terminó abrazando el reformismo libertario de Camus.
Bajo su aparente desorden, les da unidad la polémica que aquellos dos príncipes de la corte literaria francesa sostuvieron en los años cincuenta y de la que cada artículo da testimonio parcial e, incluso, tendencioso, pues era una polémica que, sin saberlo, también se llevaba a cabo en mí y conmigo mismo. Estos textos indican que a lo largo de esos veinte años los temas y argumentos esgrimidos por Sartre y Camus reaparecían una y otra vez en lo que yo pensaba y escribía, resucitados por las nuevas experiencias políticas y mi propia aventura personal obligándome a revisarlos bajo esas nuevas luces, a repensarlos y a repensarme hasta acabar dándole la razón a Camus dos décadas después de habérsela dado a Sartre.
Vale la pena recordar ahora, pues pocos lo hacen, esa célebre polémica del verano parisino de 1952, que tuvo como escenario las páginas de Les Temps Modernes y que opuso a los autores de La náusea y La peste, hasta entonces amigos y aliados y las dos figuras más influyentes del momento en la Europa que se levantaba de las ruinas de la guerra. Fue un hermoso espectáculo, en la mejor tradición de esos fuegos de artificio dialéctico en los que ningún pueblo ha superado a los franceses, con un formidable despliegue, por ambas partes, de buena retórica, desplantes teatrales, golpes bajos, fintas y zarpazos, y una abundancia de ideas que producía vértigo. Es significativo que yo sólo conociera la polémica meses más tarde, gracias a una crónica de la revista Sur, y que sólo pudiera leerla uno o dos años después, ayudado por diccionarios y por la paciencia de Madame del Solar, mi profesora de la Alianza Francesa.
Las circunstancias han cambiado, los polemistas han muerto y desde entonces han surgido dos generaciones de escritores. Pero aquella polémica es aún actual. Cada mañana la reactualizan los diarios, con su ración de estragos, y los dilemas políticos y morales en que nos sumen. Los casi treinta años transcurridos han despejado el terreno llevándose la hojarasca. Ya no importa saber si lo que originó la discusión fue, meramente, el disgusto que produjo a Camus el artículo que sobre El hombre rebelde escribió Francis Jeanson en Les Temps Modernes o si esto fue apenas la gota que desbordó el vaso de una diferencia ideológica que había venido incubándose hacía tiempo y que alcanzó su climax con la revelación de la existencia de campos de trabajo forzado en la URSS, hecho ante el que Sartre y Camus reaccionaron de manera diametralmente opuesta.
Cuando uno lo relee, ahora, descubre que lo sustancial del debate consistió en saber si la Historia lo es todo o es sólo un aspecto del destino humano, y si la moral existe autónomamente, como realidad que trasciende el acontecer politico y la praxis social o está visceralmente ligada al desenvolvimiento histórico y la vida colectiva. Son estos temas los que abren un abismo entre los contendores, a pesar de lo mucho que los unía. Ninguno de ellos era un ‘conservador’, satisfecho de la sociedad en que vivía; a ambos escandalizaban las injusticias, la pobreza, la condición obrera, el colonialismo, y ambos anhelaban un cambio profundo de la sociedad. Ninguno de ellos creía en Dios y ambos se llamaban socialistas, aunque ninguno estaba inscrito en un partido y aunque la palabra significara algo distinto para cada cual.
Pero para Sartre no había manera de escapar a la Historia, esa Mesalina del siglo XX. Su metáfora de la pileta es inequívoca. Es posible que las aguas estén llenas de barro y de sangre, pero, qué remedio, estamos zambullidos en ellas y hay que aceptar la realidad, la única con la que contamos. En esta piscina que compartimos hay una división primera y primordial que opone a exptotadores y explotados, a ricos y pobres, a libres y esclavos, a un orden social que nace y otro que decline. A diferencia de los comunistas ortodoxos, que se niegan a ver los crímenes que se cometen en su propio campo, Sartre los reconoce y los condena. Así lo ha hecho con los campos de trabajo forzado en la URSS., por ejemplo. Pero, para él, la única manera legítima de criticar los ‘errores’ del socialismo, las ‘deficiencias’ del marxismo, el ‘dogmatismo’ del partido comunista es a partir de una solidaridad previa y total con quienes -la URSS, la filosofía marxista, los partidos pro-soviéticos- encarnan la causa del progreso, a pesar de todo. Los crímenes de Stalin son abominables, sin duda. Pero peores son aquellos que convierten a la mayoría de la humanidad en una mera fuerza de trabajo, destinada a llenar los bolsillos de la minoría que es dueña del capital y de los útiles de producción y que ejerce, en la práctica, el monopolio de la cultura, la libertad y el ocio. La guerra entre ambos órdenes es a muerte y no hay manera de ser neutral ni indiferente. Quien pretende serlo lo único que logra es volverse un instrumento inerte en manos de uno u otro bando. Por eso hay que tomar partido, y él lo hace en nombre del realismo y de una moral práctica. Con todos sus defectos, la URSS y el socialismo marxista representan la opción de la justicia; el capitalismo, aunque tenga aspectos positivos, hecho el balance será siempre la alternativa de la injusticia.
Para Camus este ‘realismo’ abré las puertas al cinismo político y legitima la horrible creencia de que la verdad, en el dominio de la Historia, está determinada por el éxito. Para él, el hecho de que el socialismo, que representó, en un momento, la esperanza de un mundo mejor, haya recurrido al crimen y al terror, valiéndose de campos de concentración para silenciar a sus opositores -o, mejor dicho, a los opositores de Stalin- lo descalifica y lo confunde con quienes, en la trinchera opuesta, reprimen, explotan y mantienen estructuras económicas intolerables. No hay terror de signo positivo y de signo negativo. La práctica del terror aparta al socialismo de los que fueron sus objetivos, lo vuelve 'cesarista y autoritario’ y lo priva de su arma más importante: el crédito moral. Negarse a elegir entre dos clases de injusticia o de barbarie no es jugar al avestruz ni al arcángel sino reivindicar para el hombre un destino superior al que las ideologías y los gobiernos contemporáneos en pugna quieren reducirlo. Hay un reducto de lo humano que la Historia no llega a domesticar ni a explicar: aquel que hace del hombre alguien capaz de gozar y de soñar, alguien que busca la felicidad del instante como una borrachera que lo arranca al sentimiento de la absurdidad de su condición, abocadaa la muerte. Las razones de la Historia son siempre las de la eficacia, la acción y la razón. Pero el hombre es eso y algo más: contemplación, sinrazón, pasión. Las utopías revolucionarias han causado tanto sufrimiento porque lo olvidaron y, por eso, hay que combatir contra ellas cuando, como ha ocurrido con el socialismo, los medios de que se valen empiezan a corromper los fines hermosos para los que nacieron. El combate contra la injusticia es moral antes que político y puede, en términos htstórtcos, ser inútil y estar condenado al fracaso. No importa. Hay que librarlo, aun cuando sea sin hacerse ilusiones sobre el resultado, pues sería peor admitir que no hay otra alternativa para los seres humanos que escoger entre la explotación económica y la esclavitud política.
¿Quién ganó ese debate? Me atrevo a pensar que, así como en este librito comienza ganándolo Sartre para luego perderlo, se trata de un debate abierto y escurridizo, de resultados cambiantes según las personas que lo protagonizan periódicamente y los acontecimientos políticos y sociales que, a cada rato, lo reavivan y enriquecen con nuevos datos e ideas. ¿Reforma o revolución? ¿Realismo o idealismo político? ¿Historia y moral o Moral e historia? ¿La sociedad es la reina o el individuo es el rey? Resumidos hasta el esqueleto los términos de la polémica, surge la sospecha de que Sartre y Camus fueran apenas los efímeros y brillantes rivales de una disputa vieja como la Historia y que probablemente durará lo que dure la Historia.
Lima, Junio 1981
Estos textos fueron dictados por la transeúnte actualidad y publicados en periódicos y revistas a lo largo de veinte años. Dicen más sobre quien los escribió que sobre Sartre, Camus o Simone de Beauvoir. Están plagados de contradicciones, repeticiones y rectificaciones y acaso eso sea lo único que los justifique: mostrar el itinerario de un latinoamericano que hizo su aprendizaje intelectual deslumbrado por la inteligencia y los vaivenes dialécticos de Sartre y terminó abrazando el reformismo libertario de Camus.
Bajo su aparente desorden, les da unidad la polémica que aquellos dos príncipes de la corte literaria francesa sostuvieron en los años cincuenta y de la que cada artículo da testimonio parcial e, incluso, tendencioso, pues era una polémica que, sin saberlo, también se llevaba a cabo en mí y conmigo mismo. Estos textos indican que a lo largo de esos veinte años los temas y argumentos esgrimidos por Sartre y Camus reaparecían una y otra vez en lo que yo pensaba y escribía, resucitados por las nuevas experiencias políticas y mi propia aventura personal obligándome a revisarlos bajo esas nuevas luces, a repensarlos y a repensarme hasta acabar dándole la razón a Camus dos décadas después de habérsela dado a Sartre.
Vale la pena recordar ahora, pues pocos lo hacen, esa célebre polémica del verano parisino de 1952, que tuvo como escenario las páginas de Les Temps Modernes y que opuso a los autores de La náusea y La peste, hasta entonces amigos y aliados y las dos figuras más influyentes del momento en la Europa que se levantaba de las ruinas de la guerra. Fue un hermoso espectáculo, en la mejor tradición de esos fuegos de artificio dialéctico en los que ningún pueblo ha superado a los franceses, con un formidable despliegue, por ambas partes, de buena retórica, desplantes teatrales, golpes bajos, fintas y zarpazos, y una abundancia de ideas que producía vértigo. Es significativo que yo sólo conociera la polémica meses más tarde, gracias a una crónica de la revista Sur, y que sólo pudiera leerla uno o dos años después, ayudado por diccionarios y por la paciencia de Madame del Solar, mi profesora de la Alianza Francesa.
Las circunstancias han cambiado, los polemistas han muerto y desde entonces han surgido dos generaciones de escritores. Pero aquella polémica es aún actual. Cada mañana la reactualizan los diarios, con su ración de estragos, y los dilemas políticos y morales en que nos sumen. Los casi treinta años transcurridos han despejado el terreno llevándose la hojarasca. Ya no importa saber si lo que originó la discusión fue, meramente, el disgusto que produjo a Camus el artículo que sobre El hombre rebelde escribió Francis Jeanson en Les Temps Modernes o si esto fue apenas la gota que desbordó el vaso de una diferencia ideológica que había venido incubándose hacía tiempo y que alcanzó su climax con la revelación de la existencia de campos de trabajo forzado en la URSS, hecho ante el que Sartre y Camus reaccionaron de manera diametralmente opuesta.
Cuando uno lo relee, ahora, descubre que lo sustancial del debate consistió en saber si la Historia lo es todo o es sólo un aspecto del destino humano, y si la moral existe autónomamente, como realidad que trasciende el acontecer politico y la praxis social o está visceralmente ligada al desenvolvimiento histórico y la vida colectiva. Son estos temas los que abren un abismo entre los contendores, a pesar de lo mucho que los unía. Ninguno de ellos era un ‘conservador’, satisfecho de la sociedad en que vivía; a ambos escandalizaban las injusticias, la pobreza, la condición obrera, el colonialismo, y ambos anhelaban un cambio profundo de la sociedad. Ninguno de ellos creía en Dios y ambos se llamaban socialistas, aunque ninguno estaba inscrito en un partido y aunque la palabra significara algo distinto para cada cual.
Pero para Sartre no había manera de escapar a la Historia, esa Mesalina del siglo XX. Su metáfora de la pileta es inequívoca. Es posible que las aguas estén llenas de barro y de sangre, pero, qué remedio, estamos zambullidos en ellas y hay que aceptar la realidad, la única con la que contamos. En esta piscina que compartimos hay una división primera y primordial que opone a exptotadores y explotados, a ricos y pobres, a libres y esclavos, a un orden social que nace y otro que decline. A diferencia de los comunistas ortodoxos, que se niegan a ver los crímenes que se cometen en su propio campo, Sartre los reconoce y los condena. Así lo ha hecho con los campos de trabajo forzado en la URSS., por ejemplo. Pero, para él, la única manera legítima de criticar los ‘errores’ del socialismo, las ‘deficiencias’ del marxismo, el ‘dogmatismo’ del partido comunista es a partir de una solidaridad previa y total con quienes -la URSS, la filosofía marxista, los partidos pro-soviéticos- encarnan la causa del progreso, a pesar de todo. Los crímenes de Stalin son abominables, sin duda. Pero peores son aquellos que convierten a la mayoría de la humanidad en una mera fuerza de trabajo, destinada a llenar los bolsillos de la minoría que es dueña del capital y de los útiles de producción y que ejerce, en la práctica, el monopolio de la cultura, la libertad y el ocio. La guerra entre ambos órdenes es a muerte y no hay manera de ser neutral ni indiferente. Quien pretende serlo lo único que logra es volverse un instrumento inerte en manos de uno u otro bando. Por eso hay que tomar partido, y él lo hace en nombre del realismo y de una moral práctica. Con todos sus defectos, la URSS y el socialismo marxista representan la opción de la justicia; el capitalismo, aunque tenga aspectos positivos, hecho el balance será siempre la alternativa de la injusticia.
Para Camus este ‘realismo’ abré las puertas al cinismo político y legitima la horrible creencia de que la verdad, en el dominio de la Historia, está determinada por el éxito. Para él, el hecho de que el socialismo, que representó, en un momento, la esperanza de un mundo mejor, haya recurrido al crimen y al terror, valiéndose de campos de concentración para silenciar a sus opositores -o, mejor dicho, a los opositores de Stalin- lo descalifica y lo confunde con quienes, en la trinchera opuesta, reprimen, explotan y mantienen estructuras económicas intolerables. No hay terror de signo positivo y de signo negativo. La práctica del terror aparta al socialismo de los que fueron sus objetivos, lo vuelve 'cesarista y autoritario’ y lo priva de su arma más importante: el crédito moral. Negarse a elegir entre dos clases de injusticia o de barbarie no es jugar al avestruz ni al arcángel sino reivindicar para el hombre un destino superior al que las ideologías y los gobiernos contemporáneos en pugna quieren reducirlo. Hay un reducto de lo humano que la Historia no llega a domesticar ni a explicar: aquel que hace del hombre alguien capaz de gozar y de soñar, alguien que busca la felicidad del instante como una borrachera que lo arranca al sentimiento de la absurdidad de su condición, abocadaa la muerte. Las razones de la Historia son siempre las de la eficacia, la acción y la razón. Pero el hombre es eso y algo más: contemplación, sinrazón, pasión. Las utopías revolucionarias han causado tanto sufrimiento porque lo olvidaron y, por eso, hay que combatir contra ellas cuando, como ha ocurrido con el socialismo, los medios de que se valen empiezan a corromper los fines hermosos para los que nacieron. El combate contra la injusticia es moral antes que político y puede, en términos htstórtcos, ser inútil y estar condenado al fracaso. No importa. Hay que librarlo, aun cuando sea sin hacerse ilusiones sobre el resultado, pues sería peor admitir que no hay otra alternativa para los seres humanos que escoger entre la explotación económica y la esclavitud política.
¿Quién ganó ese debate? Me atrevo a pensar que, así como en este librito comienza ganándolo Sartre para luego perderlo, se trata de un debate abierto y escurridizo, de resultados cambiantes según las personas que lo protagonizan periódicamente y los acontecimientos políticos y sociales que, a cada rato, lo reavivan y enriquecen con nuevos datos e ideas. ¿Reforma o revolución? ¿Realismo o idealismo político? ¿Historia y moral o Moral e historia? ¿La sociedad es la reina o el individuo es el rey? Resumidos hasta el esqueleto los términos de la polémica, surge la sospecha de que Sartre y Camus fueran apenas los efímeros y brillantes rivales de una disputa vieja como la Historia y que probablemente durará lo que dure la Historia.
Lima, Junio 1981
Suscribirse a:
Entradas (Atom)